25.12.07

18

esta era una de esas noches
que me tragan
de a poco
como ésta
y esas que dejé de tener, hacia tiempo
pero el tiempo nos consume hipócrita
las agujas
se clavan
para recordarnos que pasa
que existe
sólo si queremos
y ahí anda, latente (si se quiere)
el muy puto
y al final, incandescente
a nosotros
siempre diciéndome qué hacer
pero cómo, si acá no existe
no sé qué pasa
esta casa, me impregna de olores
anoche vos
hoy eso tan parecido a Mercedes
estas noches me dan miedo
de perderte
de la rutina
de estar perdiendo
el tiempo
como esos sueños que me acechan
noche de por medio (mentira, todas)
y al final la noche existe
sólo si queremos
el tiempo.

16.12.07

17 (sin ponernos metafísicos)

1
¿Viste esas siestas con Carlos en la biblioteca?...
...¿y quién era?... ah... y después le dijeron que tan putas eran sus hijas... en el 2000 también. Ese afiche en la pared de tu cuarto es del 2000. Lo sé porque por momentos me acuerdo de todo. Así como el número de teléfono de Ana, siendo que no me lo dió, que lo escuché una sola vez mientras se lo decía a otra persona. Pero después pasa que estoy en medio de una larga conversación y me olvido de qué hago ahí, qué estoy diciendo, cuál era el punto o simplemente prestarle atención al otro.
2
Esquizoide-paranoide, y la mujer después de dar a luz vive en camisón. Y ahora es un síndrome. Después te preguntás, mamá, por qué digo que a Freud lo respeto (y nada más), y yo vivo de camisón, y no fui madre. Lo mismo cuando lo sea me voy a acordar. Pero cuando estuvo Braulio acá, yo no andaba de camisón (es que prefiero no acordarme).
3
El otro día abrí la puerta de casa y había un pajarito muerto a mis pies. Estaba panza para arriba, con las patitas flexionadas, y en el rostro ni una señal de dolor, ni de haber sido asesinado. Simplemente había muerto. Quería venir corriendo a escribirlo, pero el tiempo siempre tan carnívoro.
4
Quiero irme a vivir a Tucumán, sí, porque ahí nunca me acuerdo ni de la hora ni de las otras personas ni de esta puta computadora. Ya quiero irme de acá así no tengo que verla por un buen tiempo.
Me gasto, todavía, en caer en cursilerías inútiles y decirte lo que siento. Lo mismo no me importa porque así como me escribo a mí, me hablo a mí también. Me pongo un poco loca. Total cuando aparecen tus huellas dactilares una vez al mes no estoy conmigo, y si tan sólo se quedara todo ahí... después no estoy conmigo unos cuantos días. Yo sé que a esto lo leerán a lo sumo dos personas, por ahí vos no. Si todavía puedo amar, te amo igual.
5
Pero volviendo a esa siesta, sí, el último piso es perfecto. Me enojó que no haya ascensores pero es perfecto. Me gustaba pensar que era el último piso, y que desde ahí se podía ver toda Buenos Aires. Incandescente, como dije ayer. Pero uno siempre ve una parte de las cosas. Los ojos o las vistas son como clavar la mirada a través del agujero de una cerradura, y ver sólo lo que se proyecta. Uno se esfuerza, pero no puede ver más allá.
6
Artaud para millones. No sé si es tan así. Tanto te gusta hablar de aquel otro que me entro a sulfatar, y era este fin de semana, y tal vez, sólo tal vez, si me decido, se pueda. No te pregunté todavía qué hacer, no se lo dije a nadie. Es que estabas concentrado en otra cosa, y yo escribiendo. Parecería que esa vigilia en la que vos entrás, y mi letargo farmacológico y emocional nos dejen a dónde estamos, y sean, por segunda vez, las siete de la mañana el escenario perfecto para hablar una vez después de muchas semanas. Lo mismo nos la pasamos hablando de otros, o de mí. Salvo seas de esa gente que me cose la boca. Y no sos, porque te cierro la conversación y listo. Yo todavía aprecio nuestras conjeturas.Y así, sin saber que hacer, me hundo en esta silla. Tengo un par de horas para pensar, pero me hundo en la silla. No tengo con quién hablar, la gente piensa que estoy en Concordia.
7
Concordia, otra vez, escurriéndose.

16

Buenos Aires la incandescente, cada gota más lejos. Si digo gota, vuelvo al relato tan tenaz de mi madre, a Wong y sus fotografías (Julito, cómo sacarte de acá), volver a pensar en Carlita, y digo gota y es la helada que cae sobre el cráneo descubierto, en el mismo lugar, erosionando lentamente, y al final no saber si la muerte es por hipotermia, sensibilidad o perforamiento. Yo qué sé.
- siempre vas a poder leerme desmenuzando todos los párrafos y llegar a lo mismo: el ego.
- que no digan que quiero escribir como Julito. mentira. uno no se puede olvidar, y tenemos que estar mirando la paja con lupa, y paf, se acabó.

13.12.07

15

Dale, dame. Pero no, te dije que no, así... otra vez, no sé qué escribo. Tu lunar tan comestible, yo me río, me río, soy un río, lloro, lloro cuando no hay nada entre nosotros dos, por primera, segunda, tercera vez, no, ya perdí la cuenta. Soy un río si decís esas dos palabras, la primera, segunda, tercera... juntás todas las veces, y...¿viste que siempre que me pongo así estás vos arriba?, es que no podemos jugar a dar vueltitas en tu cama, porque es chiquita como la mía, y yo te mentí, no se rompió así, se rompió asá, y cuidado, te vas a caer y nos vamos a matar, y GLUP, reloj y celular al agua congelada, y después aguantarlo difónico dos días. Los dos días más lindos de mi vida.
Cerrá los ojos, no puedo, ya me preguntaste eso antes, vueltitas, América, costado, estás tan hermosa, Julieta Acosta.
Siempre te quedás vos abajo de la lluvia, pero te dije que vengas, me voy a sacar los lentes, los extraño, todos dicen lo mismo, no entienden nada, pero estamos solos... bah, Chéjov, no me hagas llorar, eh, era obvio, porque soy una maricona y no me la banco, ya pasó antes, ¿qué vas a hacer?, hacerte feliz, ¿y por qué?, porque sos todo lo que quiero.
Es que no te escuché respirar, ni nada, quedate, un poquito más tarde, un ratito más, ojalá pudieras quedarte para siempre, falta poquito, tengo una sorpresa para vos, ¿sabés qué sigue?, dormí si querés, vení conmigo, pero eso también soy yo.

Y te amo.
Quisimos soplar mentalmente hasta la última burbuja de un burbujero lleno de detergente, que nunca es la última, y nunca se acaba de inflar la última, ni se termina.

12.12.07

14

Chiquita, chiquita, mirá que siempre te dieron de comer enorme y ahora te aferrás a la cuchara, diminuta. Tan amorfa y estirada, y tu cuerpo acurrucado en el rincón más pequeño, en el pie izquierdo, destilando tus pócimas y penurias.

Chiquita, chiquita, ¿qué vas a desentrañar si resultaste minúscula?, nadar, nadar te toca en la inmensa mar del cuerpo ajeno, y naufragar el día entero, o al menos anhelar lo poco que podés sumergirte ahí.

Y así te vas consumiendo en una centrípeta letal, con la gravedad bajan esos que dicen ser sueños, tus ideales y fantasías, esas dos o tres cosas por día en que pensás, las que nadie sabe.

¿Y acaso no es felicidad el instante en que eso parecería arañar la realidad?

4.12.07

13

El cíclope, caminemos rápido, rápido que no nos... me lastima estar siempre apurándonos, me flagelan esas pequeñas cuchillas en la espalda, y saber qué son.
El beso que es beso, nunca como lo planeo, subirme a vos, todo en planeador, (y la sútil paradoja). Uno no puede decir que ama sobre un trozo de papel en medio del viaje de vuelta, pero si se lo piensa desde el abrir de par en par de las ventans se rasgan las cortinas, yo arañandome a mí en vez de a mí espalda, tu espalda salvo hasta la ducha, (y no como esta vez).
¿Qué es un mes sino un peso en la espalda?, tan largo, todo tan arduo que si me duele irme no me importa, no puedo seguir esperando a tenerte todo el tiempo.
Tu cama, tu cama, todo lo que a mí me significa y me sucede, lo que soy después. El corazón que por momentos vuelve, golpeando el pecho, queriendo salir, al cielo. Mi alma cayendo a cuentagotas (las pócimas, las pócimas), ahí, sí, sí, donde tante gusta.
La risa tan inocente y tan sin sentido, me escapo por la boca y todo ardiendo. Decir esas palabras tan mías, que tanto aferro, y escucharlas de vos por primera vez, arder, arder.
Mi amor el agua rebalsando de eso que dijiste verde, y viajando por mi cuerpo, tu cuerpo (cómo van las cosas es lo mismo).
Ya en el piso, yo aguanto tan poco que tengo que gritarte que pares, y no, seguí, seguí conmigo, y dormite así, con el pelo ahí, y tu boca allá, y el hombrecito del sombrero mirándome a mí, sólo a mí.

¿natalio ruiz?

12

La lucha incesante de los cuerpos en un sube y baja constante, el juego de estar apurados. Ni mirar, porque hay que vivir sin reloj, pero cuando el tirano corre la guillotina espera, tengo que parar de amarte. Las pócimas placenteras, y vos otra vez bajo esta cárcel que soy, los minutos, los minutos.

3.12.07

11

Que el trabajo, que los papeles, que las reuniones y supuestos sin aviso, las torturas chinas (malditos aparatos), que las condiciones, las artimañas y suspensiones. Nada que puedas dejar por mí, maniática puta. Así no.

las mujeres en mi vida, pan y circo

26.11.07

improvisación le dicen.

Yo nunca hablo de mi alma, no esperen que lo haga ahora. Y mirá que no hablo, pero todos sabían que no la tenía adentro ultimamente. Digo, se fue, se me escapó, chau, puf.
Se pone difícil así. Primero lo primero: el hueco en el costado izquierdo. ¿Voy a ponerme a mentir a esta altura?, me lo extirparon, qué va a ser. Sólo me queda el alma, a veces, a veces. Cuando el alma no está: un pulmón te sostiene. El problema es que mis pulmones andan mal, bastante mal, más el de ese lado, si no es el humo es el moho, si no es el moho la esquirla de cuando al alma se le canta partirse, y la mar en coche.
Saliendo de los tres estados, y no, August, vos no, que yo en el positivismo creo pero hoy no. Saliendo de los tres estados por ahí la vomito*. Es muy raro, porque puedo estar muriendo y bancármela o no bancármela nada, y así estamos. Cuando sale de mí es porque todo está dado vuelta, con la arena cayendo lenta y gradualmente, esperando por ese último granito que le ponga un parate a todo.
Cuando sale de mí la ando pateando por la calle, camino y la ando pateando, y se ensucia, y se derrite, y llora sola, y si me caigo, y ni la araño, lo mismo, lo mismo.
Generalmente tiene que venir otro a pateármela y metermela de canto en la boca, sino no puedo.
Y entonces, GLUP, y muchas gracias.
La extrañaba a la muy puta.
*cayéndole en la espalda, vomitándole.
happiness is a warm gun.

10

...el otoño es un ponerse y sacarse pulóveres, irse encerrando, alejando.



No me dejan llevarte a mi casa, tienen miedo de que te robe. Claro, claro, inverbes. ¿Qué te vas a llevar, Cortázar? ¿y para qué?, sí, ya sé que en una semana termina todo, que esa mirada amenazadora... inverbes, inverbes. Seguro que ni leyeron, (para no volverme una bibliotecaria, solterona y desgraciada de 55 años, para no comprarme zapatos con la cuota de los socios, seguro que no leíste ese libro). Ahora, coger en el bullicio. Yo prefería curtirme a Sábato (valga la redundancia, no me gusta La Resistencia), yo quiero hacer lo que quiero, pero no, dependo de una frígida...
Y al mediodía se me escurre, y así de arruinado, roto y destartalado va a parar a un armario a llenarse de polvo, a morirse, a hundirse, a esperar por el Final de su Juego.
¿quién pudo haber tirado pedazo de libro?
Inverbes, inverbes.

25.11.07

¿Quién los ve andar por la ciudad si todos están ciegos?
Ellos se toman de la mano: algo habla entre sus dedos,
lenguas dulces lamen la húmeda palma, corren por las falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.

Son los amantes,
su isla flota a la deriva hacia muertes de césped,
hacia puertos que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos, todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera sabenque mientras ruedan en su amarga arena hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.

Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos, el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan una vez más antes de oler el día.

Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces cuando están muertos,
cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita y les impone los deberes cotidianos.

24.11.07

number nine

no voy a caer en inútiles cursilerías.
son las 5 de la mañana, y vuelvo (nuevamente) a mi casa pensando en tu boca.

yo no puedo más así: no puedo más sin vos.

te amo, I.

22.11.07

8

Tu carta por el piso, la foto de cuando eras la sed verdadera. ¿Y acaso ya no lo sos?, es que entonces te tenía, miraba el papel anhelándote, y ahora te me escurrís entre los dedos.

Roto el haz de luz, todo azul y yo tan sangrante que voy a tener que llorar días enteros para limpiarme, desagotarme, darle espacio a la rata, tan ecléctica y sofocante.

La carretilla de la vida con carga para cinco décadas, y con pronunciar tres veces una palabra nefasta, y patear la torre de fósforos que tantos meses tardó en levantarse. No quedan ni los cimientos.

Para volverme útil tienen que rasparme (la cabeza), y entonces todo arde y me consume, todo se consume, polvo, negro, rata, rata.

Desmembrar o ser desmembrado, no encontrar la grieta en tu pecho de la cual podía aferrarme, la que me dejaba entrar, ser parte.



ni siquiera te retengo, ¿qué esperás?, me voy por la rejilla.

cayéndole en la espalda, vomitándole.

7

Entonces empecé a llorar por dentro, ya me habían dicho que no podía llorar. Llanto, llanto, uno usa siempre las mismas palabras para lo mismo, y lo mismo siempre. No, ahora no porque no es el mismo ahora que en ese entonces, pero desde la primera noche, silencio.

Vos, yo, ¿viste Julito en Ándele?, y Julita, que no soy yo, porque por ella... mi Julia tan inalcanzable.

El boicot del alma bipolar, y vos nunca, Julieta Acosta, nunca, la felicidad. Porque yo no quiero, y basta, lobo, basta, que hasta en la sed verdadera te comportás como una rata que me carcome de adentro, como dijo ese señor con tanto amor, y ahora ya no existe, ¿lo voy a volver a ver?

Fausto, Fausto, mirá que no tengo nada, pero si no te tengo a vos no me tengo ni a mí; mi pena de que ayer 18 no me cuenta, y antes de ayer 12, porque sos una perra, la peor de las basuras, no te merecés... (nada de esto). Y papá no entiende, este momento es conmigo, mi eterna amiga la pared, mi ADN por el piso, de mil maneras, ¿por qué viscoso?.

* Si hoy es mañana, entonces sigo esperando, pero si mañana es mañana, entonces acabo de arruinar mi vida.

Tan semental, yo no quiero que me amen ni un poco.

El dolor por la mediocridad (del ánima). Sólo sé que Julia muerta, y los pedazos (por el cielo). La inmensidad de las cosas, de la gente en mí (tu) vida, yo no puedo más así, alguna de las dos tiene que empezar con la mortificación de cada parte (del alma). Insuficiente, ¿qué tal?, mucho gusto, mercurio.

Parece cianuro, había dicho, y ahí me enteré que era blanco, como la mancha, tu vida, perra, no podés ser tan perra, tenía razón cuando gritó que nada podía darte porque rompías todo, cual vampiro (encima se llamaban igual, tortura china).

Después no hay corazón que aguante, Entre Ríos 1030, el proyecto que no es, perra, perra.

Ese músculo no te anda, un pulmón te sostiene, lleno de humo, enmohecido, como esos Camel del miércoles que te enfermaron.

Nunca te importó. Te vas a curar el día que la mosca, no, porque la mosca siempre. Te vas a curar el día que de tanto pensar en la mosca ya no la tengas, por perra, perra.


Clavo, Coito, Dios.




Al final lo ví, sí, iba con su valija subiéndose a un colectivo.

menester, perdón.

Esto va derivado hacia otra cosa,
es tiempo de ajustarse el cinturón:
zona de turbulencia.



si hay alguien que conoce mi mente, esa es La Maga.
como la muy puta no conoce mi alma, no sabe nada,
pero nunca, nunca hubiera venido hasta acá para irse recitando ese poema
sin saber que iba a cenarlo yo por el resto de las noches
(boca abajo).

podrán sacarnos de un lado en el que en verdad no estamos.





¿y qué querés, un ensayo de patafísica?


bostezando los tópicos y los llantos frígidos (Girondo)

6

El tiempo que me sobra, el problema de jamás poder volatilizar(me). El césped del jardín tan cambiante, y otra vez, esa plaga destructora. El gusano, los dos metros bajo tierra, yo estuve ahí.

Lo rancio de tragar, amargo, yo sin saber nunca, nunca, que ibas a dejarme hervir sin compañía (del olvido). El arrastre de la incertidumbre de los sentimientos pasajeros permanentes, como el mar que rebalsó el ojo de la cerradura en el cuarto de Horacio, eso que nunca será, y no me importa, y él sabe.

El hotel de mis días en el jardín, firmamento gris, el frío de mayo y una que otra hoja entrando en letargo. El hotel de mis días en Entre Ríos 1030. El hotel de mi letargo en tu boca. El hotel de tu boca en(tre) mis dedos.

Fui de todo menos caníbal.

3

Entonces me dejás en el hotel, y yo así, siempre, lo nuestro siempre en un hotel, en un cuarto ajeno, pero no en este. Y tengo que besarte y abrazarte rápido, sí, porque ya te vas, y yo como una loca, y soy vos, y lo fui la tarde entera, y con la ducha maldita vas a hundirte por la rejilla, como mi alma tan viscosa y congelada (nada como hacerlo en tu cama) y la mentira fugaz, la risa, pero la lágrima en la rodilla que hace una hora acariciabas (o en la mía). Y yo en el techo, ¿tendrán mis ojos restos tuyos?, ¿algo que no haya llevado el rocío?, y querer hablarte pero el miedo y el silencio, y entonces mañana, sí, mañana, porque el taxi (o en la tuya), y el beso, y mañana un mes y medio sin verte.

2

casi que puedo sentir a mi cerebro gotear pócimas placenteras

(no te gustaba, ya sé)

mares que no son lo que son, y pierdo el control (otra vez)

(tampoco)


mi ligera llama rosa.



falacia.

1

No hay nada como hacer el amor en tu cama o en la mía, nunca.
Es como si de repente todo el mundo se resumiera a eso, estar parados frente a la ventana.
El gemido es desgarrador, aunque lo opaque la música es como oírlo desde adentro, es como si de repente todo cesara, y el producto de tu voz desesperada fuese lo único latiendo. Te alejás y te extraño por momentos, pero acá estás otra vez.
Es como amarnos, sí, jugando contra el paso del tiempo cuando no existe el reloj. La pena de saber que siempre es tarde. Siempre está mal, y es como amarnos y no me mientas, porque es estar con vos y no importa. Llenarnos de flores o de peces en la sonrisa que coincide por el azar que no buscamos comprender, la simpleza de las cosas a través de mí ventana.
Extrañamente el haz de luz de las 7 en primavera es azul o negro, lo vacío de mis muebles tan vacíos, y vos sobre mi cama abarcándolo todo.
Es como si perder la ropa cuando siempre es tarde no nos incite a jugar otra vez, entonces nunca deja de ser tarde.
Te quedás con las pequeñas partecitas tan inmensas de las cosas.
Te ponés amarillo. Te volvés como el humo del cigarrillo que acabás de fumarte. Me dejás impregnada de tus huellas digitales. Bajo la ropa todo tu olor, y ya no soy yo, soy vos acariciándote la espalda. Soy vos antes de subirme al taxi. Soy vos en el silencio de la cena, y de la cama que no es mía y tengo que hacer dormir. A veces sería bueno no poder dormir nunca, nunca estar cansado, poder hacerlo siempre. A veces sería bueno siempre dormir, y tu mano, y mi beso. Soy vos antes de la ducha.

Pero la lágrima que derramo al irme es mía.

28.6.07

Homo Sacer

El filósofo italiano Giorgio Agamben recuperó el concepto jurídico romano de homo sacer (hombre sagrado) para referirse a la situación de los seres humanos en las sociedades contemporáneas. Homo sacer evoca una antigua institución del derecho romano arcaico mediante la cual un hombre podía ser muerto sin que ello acarreara ninguna consecuencia jurídica. El concepto de homo sacer se asienta en la idea de que en las sociedades modernas y contemporáneas, la vida como simple hecho de vivir, como pura vitalidad, como esa caraterística que los hombres comparten con los demás seres vivos, vida animal, vida no calificada por la polis o la cultura, constituye el eje central de la política.
Para Agamben, cada etapa histórica de la modernidad genera sus propios "hombres sagrados", es decir, personas que pueden ser muertas sin que por ello otras sean juzgadas por haber cometido homicidios o genocidios o cualquier otro delito relacionado. Así ocurrió, por ejemplo, con la matanza de nativos durante la conquista de América, o cuando en la Argentina, a comienzos del siglo XX, eran expulsados los inmigrantes o se fusilaban obreros anarquistas por la Ley de Residencia (1902) y la Ley de Defensa Social (1910). Pero cuando Agamben se refiere a muerte o a libre disposición de la vida, no solo está pensando en asesinatos, sino también en los excluidos, en aquellas personas que no pueden acceder a una vida digna, en los pobres, en las personas que viven en la calle, en los desocupados y en los trabajadores que perciben sueldos miserables.
mi nuevo ídolo.

16.5.07

à nous la liberté

El hecho fundamental de la existencia humana no es ni el individuo en cuanto tal, ni la colectividad en cuanto tal. Ambas cosas, consideradas en sí mismas, no pasan de ser formidables abstracciones. El individuo es un hecho de la existencia en la medida en que se edifica con vivas unidades de relación. El hecho fundamental de la existencia humana es el hombre con el hombre. Lo que singulariza al mundo humano es, por encima de todo, que en él ocurre entre ser y ser algo que no encuentra par en ningún otro rincón de la naturaleza.
El problema principal de la Sistemalía es la ironía absurda que concierne. Es una palabra de mi invención, lo admito, pero la considero completamente perfecta, y a la vez, errante.
"Sistema" y "Anomalía" se unen para definir esto que explicaría a través de una burla, como los hombres nos hemos encargado de naturalizar las fallas del sistema en el que estamos inmersos de manera tal que existen cosas que nos parecen normales. El desafío de la verdadera Sistemalía es, justamente, que el hombre recupere su conciencia lógica y adquirida, ética y moral, para poner en su lugar cada cosa, entonces lo aberrante sería aberrante; lo malo, malo; lo morboso, morboso; y no tendría que hablarse de un sentido figurativo de dicha palabra, sino de devolverle la anomalía a lo que pensamos y vivimos ya natural.
Me temo que jamás pueda llegarse a una Sistemalía en estado puro, como lo ha ocurrido con la democracia, el comunismo, el capitalismo y otras cosas que mucho tienen que ver con esto, ya que el sistema se adapta a las supuestas "nuevas necesidades" en vez de generar una ruptura. Sin ir más lejos, jamás viví otra cosa, no hay razones por las cuales reclamarla, pero hay una razón de ser, y otra para vivir. ¿Por qué hay que apartarlo a la lista de las utopías?, ¿alguien se sube conmigo?
Burdo ser humano, has creado todo aquello que hoy te destruye: ya llega la próxima extinción, carcomerse hacia adentro, y alienarse por fuera.

estaba donde debía estar

Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong. El Ecuador atravesaba aquellas tierras altas a un centenar de millas al norte, y la granja se asentaba a una altura de unos seis mil pies. Durante el día te sentías a una gran altitud, cerca del sol, las primeras horas de la mañana y las tardes eran límpidas y sosegadas, y las noches frías.
La situación geográfica y la altitud se combinaban para formar un paisaje único en el mundo. No era ni excesivo ni opulento: era el África destilada a seis mil pies de alltura, como la intensa y refinada esencia de un continente. Los colores eran secos y quemados, como los colores en cerámica. Los árboles tenían un follaje luminoso y delicado, de estructura diferente a la de los árboles en Europa: no crecían en arco ni en cúpula, sino en capas horizaontales, y su forma daba a los altos árboles solitarios un parecido con las palmeras, o un aire romántico y heroíco, como barcos aparejados con las velas cargadas, y los linderos del bosque tenían una extraña apariencia, como si el bosque entero vibrase ligeramente. Las desnudas y retorcidas acacias crecían aquí y allá entre la hierba de las grandes praderas, y la hierba tenía un aroma como de tomillo y arrayán de los pantanos; en algunos lugares el olor era tan fuerte que escocía las narices. Todas las flores que encontrabas en las praderas o entre las trepadoras y lianas de los bosques nativos eran diminutas, como flores de las dunas; tan solo el mismísimo principio de las grandes lluvias crecía un cierto número de grandes y pesados lirios muy olorosos. Las panorámicas eran intensamente vacías. Todo lo que se veía estaba hecho para la grandeza y la libertad, y se poseía una inigualable nobleza.
La principal característica del paisaje y de tu vida en él era el aire. Al recordar una estancia en las tierras altas africanas te impresiona el sentimiento de haber vivido durante un tiempo en el aire. Lo habitual era que el cielo tuviera un color zul pálido o violeta, con una profusión de nubes poderosas, ingrávidas, siempre cambiantes, encumbradas y flotantes, pero también tenía un vigor azulado, y corta distancia coloreaba con un azul intenso y fresco las cadenas de colinas y los bosques. A mediodía el aire estaba vivo sobre la tierra, como una llama; centelleaba, se ondulba y brillaba como agua fluyendo, reflejaba y duplicaba todos los objetos, creando una gran Fata Morgana. Allí arriba respirabas a gusto y absorbías seguridad vital y ligereza de corazón. En las tierras altas te despertabas por la mañana y pensabas: "Estoy donde debo estar".



Memorias de África, Karen Blixen







ya vendrán esos tiempos en que Julia se anime a escribir sobre como era el lugar donde debía estar.

11.4.07

crisis? what crisis?

"En la sociedad, indudablemente, todo es posible dinero mediante. Sólo contando con él pueden los hombres llevar a cabo sus proyectos, aún cuando esto signifique, como lo dice cada uno, dejar de lado convicciones, principios, o perder la dignidad."

«En el arrabal obrero, la sirena de la fábrica lanzaba cada día al aire, saturado de humo grasa, su vibrante rugido; obedientes a su llamada, unos hombres sombríos, de músculos entumecidos por la falta de sueño, salían de las casuchas grises, corriendo como cucarachas asustadas. A la luz fría del amanecer, iban por la calleja sin empedrar hacia los altos jaulones de la fábrica, que les esperaba, segura, indiferente, alumbrando la fogosa calzada con sus decenas de ojos cuadrados y grasientos. Chocleaba el barro bajo los pies. Resonaban voces soñolientas en roncas exclamaciones, groseras injurias rasgaban el aire con rabia, una oleada de ruidos diversos venía al encuentro de los obreros: el pesado jadeo de las máquinas, el gruñido silbante del vapor. Sombrías severas destacábanse las altas chimeneas negruzcas, que se alzaban sobre el arrabal como gruesos mástiles.
Al anochecer, cuando se ponía el sol y sus rayos rojos brillaban sin fuerza en los cristales de las casas, la fábrica vomitaba gente de sus entrañas de piedra, como si fuera escoria, y los hombres, ahumados, negros los rostros, centelleantes de las dentaduras hambrientas, volvían a pasar por la calle, dejando en el aire el perisistente olor de la grasa de máquinas. Entonces había en sus voces animación y hasta alegría; habían terminado los trabajos forzados de aquel día; la cena y el descanso les aguardaban en casa.
La fábrica se había tragado una jornada más, y las máquinas habían succionado de los músculos del hombre cuantas fuerzas necesitaran. El día habiese borrado de la vida, sin dejar rastro alguno; el hombre había dado un paso más hacia la sepultura; pero veía cerca, ante sí, el gozo del descanso, los placeres de la taberna llena de humo, y estaba satisfecho.
Los días de fiesta dormían hasta eso de las diez de la mañana; luego, la gente seria y casada se ponía la ropa dominguera y se marchaba a misa, regañando a los mozos que encontraba a su paso, por su indiferencia en punto a religión. Volvían de la iglesia a casa, comían unas empanadas y acostábanse de nuevo a dormir, hasta el atardecer.
La fatiga acumulada durante largos años les quitaba el apetito, para comer, bebían mucho, excitándose el estómago con el fuego abrasador de la vodka.
A la caída de la tarde, paseaban sin prisa por las calles; los que tenías chanclos se los ponían, incluso cuando el suelo estaba seco y los poseedores de un paraguas lo sacaban, aunque luciese el sol.
Cuando se encontraban unos con otros, hablaban de la fábrica, de las máquinas, maldecían los contramaestres. Todas sus palabras, todos sus pensamientos estaban vinculados al trabajo. La razón, torpe e impotente, sóo lanzaba aislados chispazos, débiles resplandores de un instante de la monótona uniformidad del día.
Una vez en casa, reñían con sus mujeres, pegándoles a menudo, con todas sus fuerzas.
Los mozos se quedaban en las tabernas u organizaban francachelas en casa de uno o de otro, tocaban el acordeón, cantaban canciones soeces y obscenas, bailaban, soltaban palabrotas groseras y bebían. Agotados por el trabajo, se embriagaban con facilidad, y en todos los pechos se iba alzando una irritación morbosa, incomprensible que buscaba desahogo.
Y aferrándose a cualquier oportunidad para dar suelta a este sentimiento inquieto, se lanzaban por nimiedades, unos contra otros, como bestias enfurecidas. Surgían sangrientas peleas, que a secas terminaban con heridas graves o llegaban al homicidio.
El sentimiento de animosidad en acecho dominaba en las relaciones mutuas entre las gentes, tan inveterado como la fátiga incurable de los músculos. Las gentes nacían con esa enfermedad del alma, herencia de los padres, que como negra sombra les acompañaba hasta la tumba, incitándoles a cometer, en el transcurso de su vida, acciones repugnantes por su inútil crueldad.
Los días de fiesta los jóvenes volvían a casa a altas horas de la noche, con las ropas destrozadas, llenos de barro y polvo, con la cara partida, jactándose perversamente de los golpes asestados a los camaradas, u ofendidos, coléricos o llorando de despecho, ebrios y lastimosos, infelices y repugnantes. A veces los padres llevaban a casa a sus hijos. Se los encontraban tumbados en la calle, al pie de una valla o en la taberna, borrachos, sin conocimiento. Terribles insultos y puñetazos llovían entonces sobre los fláccidos cuerpos de los hijos, desmadejados por la vodka: luego se acostaban, con más o menos cuidado, para despertarlos por la mañana en cuanto el rugido irritado de la sirena hendía el aire, como un turbio torrente llamando al trabajo. Aunque insultaban y pegaban duramente a sus hijos, las borracheras y riñas de los jóvenes parecíanles a los viejos cosa completamente natural; ellos también, en sus mocedades, habían bebido y se habían peleado, y también sus padres les pegaban. La vida siempre había sido así; fluía regular y lenta como un río de turbias aguas, durante años y años, sin que se supiese hacia dónde iba, y toda ella estaba vinculada a las arraigadas y viejas costumbres de pensar y hacer siempre lo mismo, día tras día. Y nadie tenía el deseo de intentar cambiarla.
De vez en cuando, aparecían en el arrabal gentes venidas de afuera. Al principio, llamaban la atención, solo por ser desconocidos; después despertaban un ligero interés superficial por sus relatos sobre lugares en donde habían trabajado; más tarde, desaparecía la novedad, se acostumbraban a ellos, y pasaban ya inadvertidos. Por lo que contaban, se echaba de ver que en todas partes la vida del obrero era la misma. [...] La gente estaba acotumbrada a que la vida oprimiera siempre con la misma fuerza; y sin esperar ningún cambio favorable, consideraba que toda mudanza solo podía dar lugar a una opresión mayor. Se apartaban en silencio de los hombres que decían algo nuevo. Entonces, éstos desaparecían, se marchaban a alguna otra parte, y el que se quedaba en la fábrica vivía aislado si no sabía fundirse en un todo con la masa uniforme de los pobladores del arrabal. Y después de vivir así una cincuentena de años, el hombre moría.»


Gorki, Máximo, La madre, Buenos Aires, Hyspamérica, 1983, pags. 7 a 10



Edvard Munch, El grito, 1895.

En las postrimerías del siglo XIX, con este grabado, el noruego Munch proporcionó una imagen de la angustia que se instalaría en el hombre del siglo XX. ¿Ha sido la ciencia uno de los factores que provocaron esta angustia? ¿Constituirá la ciencia un elemento en favor de la paz y el progreso en el siglo XXI?

la hija de la lágrima se desoló




me dí cuenta de 2 cosas:

- a la hija de la lágrima le encantan los paisajes desolados

- a diferencia de otros días, hoy no está conectada a "todo lo demás", de hecho, está más sola y triste que nunca

9.4.07

la gran despedida


No puedo acabar de abrazarte, y ya te escurres en mis brazos, húmedo, empapado, sollozando. Acá está mi ser, el que vuelve a despedirte. No importa cuanto haya durado el tiempo juntos, tendrás que irte, o seré yo quien me vaya. Un tener indeseado, una impotencia clavada, al final, ¿por qué nos vamos tantas veces antes de irnos realmente?, ¿por qué?.
Mi descontento y el sabor amargo de las despedidas se vuelven evidentes. Pasan los minutos sin que nadie recurra a ellos, sin que se lo requiera, y otra vez te tengo en frente, pero ya te estoy extrañando.

Te contemplo y te rompo. Te hablo y te sulfato. Te escribo y te irrito. En tu ideal de libros y letras no soy más que un trozo de madera escondido, un nefasto duplicado de vos mismo. Vos me creaste, yo te asesino. Vos me cuidaste, yo te expongo. Te ahogo y te castigo. Me pregunto por qué te volví tan necesario, si de la nada viniste y a la nada te vas. Polvo te vuelves, no queda en pie ni siquiera la ambigüedad de tu alma.

Qué suerte que solo lo escribí enojada. Que suerte tenerte conmigo, Fede.

4.4.07

risa y olvido


«Soplaba el viento y el suelo estaba hecho un barrizal. Frente a la sepultura abierta los asistentes al funeral formaban un semicírculo irregular. Ahí estaban, estaban casi todos sus conocidos, la actriz Hana, los Clevis, Bárbara y por su puesto los Passer: su mujer, el hijo que lloraba y la hija.
Dos hombres con trajes muy gastados izaron las cuerdas sobre las que descansaba el féretro. En ese mismo momento se acercó a la sepultura un hombre muy emocionado, con un papel en la mano, se dio media vuelta hacia los sepultureros, miró al papel y comenzó a leer en voz alta. Los sepultureros lo miraron, dudaron un momento si tenían que volver a dejar el cajón a la sepultura, pero luego comenzaron a bajarlo lentamente al hoyo, como si hubieran decidido ahorrarle al muerto un cuarto discurso.
La inesperada desaparición del féretro hizo que el orador se sintiese inseguro. Todo su discurso estaba elaborado en segunda persona del singular. Se dirigía al muerto, le agradecía y respondía a sus supuestas preguntas. El féretro llegó al fondo del pozo, los sepultureros sacaron las cuerdas, se quedaron humildemente de pie junto a la tumba. Al darse cuenta de la insistencia con la que el orador se dirigía a ellos, agacharon la cabeza, confusos.
Cuanto más se daba cuenta el orador de lo inadecuado de la situación, más lo atraían aquellas dos tristes figuras y tenía que hacer un gran esfuerzo para arrancar los ojos de ellas. Se dio vuelta hacia el semicírculo de los asistentes al entierro. Pero ni aún así sonaba mejor su discurso en segunda persona porque parecía como si el finado se ocultase en medio de la gente.
¿Hacía dónde podía mirar? Dirigió la mirada angustiado al papel y a pesar de que se sabía su discurso de memoria no levantó la cabeza de las letras.
Todos los presentes estaban poseídos por una especie de inquietud aumentada por los neuróticos golpes de viento que los sacudían a cada momento. Papá Clevis tenía el sombrero bien encasquetado en la cabeza, pero el viento era tan fuerte que de repente se lo arrebató y lo hizo posarse entre la sepultura abierta y la familia Passer que estaba en primera fila.
En un principio su intención fue atravesar la masa de gente y recoger el sombrero, pero inmediatamente se dio cuenta de que como comportamiento daría la impresión de que le importaba más el sombrero que la solemnidad del homenaje dedicado al amigo. Decidió por lo tanto no interrumpir y hacer como si no hubiese pasado nada. Pero no fue una buena solución. Dese el momento en que el sombrero fue a dar al espacio abierto que había ante la tumba, el cortejo fúnebre se intranquilizó aún más y ya no fue capaz de atender a las palabras del orador. El sombrero, con toda su humilde quietud interrumpía la ceremonia mucho más que si Clevis hubiera dado un par de pasos para recogerlo. Por eso le dijo al que estaba delante de él perdone y atravesó el gentío. Se encontró así en el espacio vacío (parecido a un pequeño escenario) que había entre la tumba y los invitados al entierro. Se agachó, estiró el brazo, pero en ese momento el viento volvió a soplar e impulsó al sombrero un poco más hacia delante, junto a los pies del orador.
En ese momento ya nadie pensaba más que en papá Clevis y su sombrero. El orador no sabía nada del sombrero pero comprendió que estaba ocurriendo algo entre su auditorio. Levantó la vista del papel y con sorpresa se encontró con un desconocido que estaba a dos pasos de distancia y lo miraba com si se preparase para saltar. Volvió la vista rápidamente hacia las letras: quizá tenía la esperanza de que al volver a levantarla la increíble aparición se hubiese esfumado. Pero cuando la levantó, el hombre seguía allí y continuaba mirándolo.
Y es que papá Clevis no podía ni avanzar ni retroceder. Echarse bajo los pies del orador le parecía atrevido y volver sin el sombrero ridículo. Se quedó por lo tanto inmóvil, paralizado por su indecisión, intentando en vano que se le ocurriese alguna solución.
Ansiaba que alguien le ayudase. Miró a los sepultureros. Estos estaban inmóviles al otro lado de la sepultura, mirando fijamente a los pies del orador.
En ese momento volvió a soplar el viento y el sombrero se desplazó lentamente hasta el borde de la sepultura. Clavis tomó la decisión. Se adelantó con energía, estiró el brazo y se inclinó. El sombrero retrocedía y retrocedía ante él, hasta que por fin, un instante antes de que llegara a cogerlo, resbaló por el borde y cayó al hoyo.
Clevis extendió aún el brazo hacia él, como si quisiera llamarlo para que volviese, pero inmediatamente después decidió comportarse como si nunca hubiese existido ningún sombrero y él estuviese junto al borde de la sepultura sólo gracias a alguna casualidad insignificante. Intentó entonces comportarse con naturalidad y soltura, pero era muy difícil, porque todos los ojos se dirigían hacia él. Tenía la cara estirada por una extraña mueca, trataba de no ver a nadie y fue situarse a la primera fila donde sollozaba el hijo de Passer.
Cuando desapareció la peligrosa visión del hombre listo para saltar, el hombre del papel se tranquilizó y levantó los ojos hacia el gentío que ya no oía nada de lo que decía, para pronunciar la última frase de su discurso. Después se dio la vuelta hacia los sepultureros y exclamó en tono muy solemne «Viktor Passer, los que te han amado nunca te olvidarán. Descansa en paz».
Se agachó hacia el montón de tierra que estaba junto a la tumba, cogió un poco de tierra con una pequeña pala que allí había y se inclinó sobre la sepultura. En ese momento una ola de risa ahogada agitó las filas de los asistentes al acto. Todos se imaginaban que el orador, que se había quedado paralizado con la pala llena de tierra en la mano inmóvil hacia abajo, veía al fondo del féretro y encima de él el sombrero como si el muerto, en vano intento por mantener la dignidad, no hubiera querido permanecer con la cabeza descubierta durante un discurso tan solemne.
El orador se contuvo, echó la tierra sobre el féretro, cuidando de que no tocase el sombrero, como si debajo de él se escondiese realmente la cabeza de Passer. Le pasó la gala a la viuda. Sí, todos tuvieron que beber el cáliz de la tentación final, todos tuvieron que luchar en ese horrible combate contra la risa. Todos, incluso la mujer, el hijo que sollozaba, tuvieron que coger la tierra con la pala e inclinarse sobre el hoyo en el que estaba el féretro con el sombrero puesto, como si Passer, con su optimismo y su vitalidad incorregibles, sacase la cabeza fuera.»



Kundera, Milan, El libro de la risa y el olvido, Buenos Aires, Seix Barral, 1991.

3.4.07

instrucciones para subir una escalera

«Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite -en espiral o en línea quebrada- hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la mano derecha en la horizontal correspondiente, se está en posición momentánea de un peldaño u escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y más adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquier otra combinación produciría formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgados sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándolo a la altura del pie, se la hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. Las coincidencias de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialemente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie.
Llegado en esta forma al segundo peldaño, hasta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.»








Córtazar, Julio, Antología, Buenos Aires. Librería del Colegio, 1975.






«[...] Espíritu extraordinariamente alerta para todo lo que denuncia en el hombre una dimensión maravillosa. Córtazar es también un observador muy certero de esa realidad inmediata que se compone de gestos y palabras banales, de actos triviales sin consistencia. En sus libros esas dos caras de la vida se funden como una moneda. Pero él no cree que la vida sea "divisible" [...]»

Mario Vargas Llosa

30.3.07

a todo color


Escondido atrás de su escritorio gris,
un ser bajo, pequeño, correcto y gentil,
atiende los telefonos y nunca está,
mira a su secretaria imaginándola desnuda y en su cama, y vuelve a trabajar.
Entra en el microcine y toma ubicación,
hace gestos y habla sin definición,
se va con la película hasta su hogar,
le da un beso a su esposa y se vuelve a encerrar a oscuras y en su sala de cuidar la moral.
Entra ella y se va desvistiendo,
lentamente y casi sonriendo,
alta, blanca, algo exhuberante, dice: "Hola" y camina hacia adelante.
Mira al hombre pequeño que se raya cuando ella sale de la pantalla.
Y el hombre la acuesta sobre la alfombra, la toca y la besa, pero no la nombra.
Se contiene, suda y después, con sus tijeras plateadas,
recorta su cuerpo, le corta su pelo, deforma su cara, y así mutilada la lleva cargada hasta la pantalla justo a la mañana.
No conozco tu nombre ni se más quien sos,
vi tu nombre en el diario y nadie te vio,
la pantalla que sangra ya nos dice adiós.
Te veré en 20 años en televisión, cortada y aburrida,
a todo color, a todo color, a todo color.

29.3.07

eclipse

Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido, aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica, se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal, y de su arduo conocimiento de Aristóteles.
Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
- Si me matáis - les dijo - puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad de sus ojos. Vió que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después, el corazón de Fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vebemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Augusto Monterroso
Obras completas (y otros cuentos), Barcelona, Anagrama, 1990.

pd. eclipsame

28.3.07

27.3.07

el lenguaje de los agujeros

Era el año 1880. En Estados Unidos se hacía el censo, es decir, se contaban a todos los habitantes. Eso es algo que hacen todos los Estados cada diez años. Para ello, se entrega a la gente una ficha para que la rellene con cruces, y al final se cuenta el número de personas, y se sabe cuántos son los viejos y los niños, los hombres y las mujeres, los que han estudiado y los que no, los oficios y profesiones, el número de coches y de televisores. Para ello, a cada ciudadano se le entregaba una ficha que tenía que devolver habiendo puesto las cruces en el punto justo. Los empleados del censo se rompían la cabeza. Para contar todas aquellas cruces en todas aquellas fichas se necesitaban diez años, y sería inútil hacerlo porque en diez años se haría un nuevo censo, y los datos viejos no servirían para nada. Se convocó un concurso y se prometió un premio para quien inventara un modo más rápido para contar las cruces. El vencedor fue Herman Hollerith, quien se ofreció a contar las cruces con una máquina de su invención. Según él, bastaba transformar las cruces en agujeros y ya todo estaba hecho. ¿Agujeros? Claro, en un cartón, un agujero significaba "hombre", y ninguno "mujer". Un agujero abajo, a la derecha, signigficaba "viejo", y uno abajo a la izquierda significaba "joven". Tres agujeros en vertical indicaban a un "médico", y cinco agujeros en cruz indicaban a un "marino"... Si no era exactamente así, se parecía mucho. Con todas aquellas tarjetas perforadas, la máquina de Hollerith hacía maravillas. Manejaba (y contaba) cerca de 600 al minuto. Dentro, todo eran crujidos y luces se encendían y apagaban.

De ese modo se lograron contar las cruces en un mes y medio, en lugar de los diez años empleados antes.






Censo, Historias en Clave y Viajes Lingüísticos


llamen a Hollerith, quiero que invente una máquina para contar los agujeros de mi alma

26.3.07

B




A este hombre tengo cosas que decirle.



Sí, a vos, la B, que te la das de invisible. Te escondés trás las cortinas del offline, y cuando quiero contarle algo, me doy cuenta de que ya te diste cuenta. Sí, a vos, que me vas a sacar a dar vueltas en tu casa rodante de 3 toneladas y media. A vos, que te mandé una carta completamente paranoíca por tu falta de atención, y hoy me dijiste "che, podés enojarte si querés". A vos que SEGURO entrás acá pero tácitamente te vas así como entraste, sin dejar huella alguna, porque, justamente, sos invisible. Vos que me creaste, me pintaste, me resguardás de tu nocivo mundo, me decís "bueno, podés ser Dorian Gray por un ratito". Vos, que me llevás a McDonald's y no me dejas que te pague el desayuno, que estamos media hora para elegir a donde nos sentamos, que tenés orgasmos comiendo tiramisú, que te quiero dar la plata para el helado y salís corriendo, que me llevás a lugares loquísimos como ese de juguetes del año del pedo donde vendían la barbie de Susana Gimenez. B, te irrita que no te mire cuando me hablás, yo sé que te irrita. ¿Querés saber qué más sé que te irrita?, JA!, te irrita conocernos tanto y que cuando nos vemos nos quedemos stand-by. Te pone pensativo el no sentirme en los abrazos, y mierda, eran lo único sincero que me pasaba.


A vos, degenerado, que mi viejo dice que el arito te queda horrible y que le hice creer que eras el vecino de Sandra (te aclaro que la noche del desastre, mi papá estaba pretendiendo que te toque timbre para que me abras). Y si a vos también te digo "mirá, tengo dos amigos en capital que vienen para acá, uno mañana y otro el viernes, dales la carta a ellos" y como tal PUTÍSIMO que sos, porque hay que aclararlo, me decís "no, yo no quiero que mis palabras se manchen en manos de otras personas" (véase: cantante de Airbag, como vos decís).



¿Sabés qué, FEDERICO?,



esto era lo que quería decirte:







TE QUIERO =)

entre osos y rosas



En Gaia existieron, y todavía existen, algunos seres a los que no les basta con dormir de noche: necesitan dormir mucho más. Se trata de animales como los osos, las marmotas, los lirones y los topos, que comen mucho durante el verano, engordan y después, demasiado gordos para moverse, se refugian en un largo sueño cuando Gaia se aleja del Gran Motor y entra en las corrientes frías del espacio. Pero también había, y todavía hay, otro que caen en un largo sueño cuando Gaia se aproxima al Gran Motor, y todos sudamos y maldecimos el agobiante calor. Se trata de las rosas. Una vez han resplandecido con adornos de colores y perfumes, despojadas ya de todos ellos, se quedan adormiladas. A ese largo sueño se le conoce como "letargo", y hay quienes entran en letargo en invierno, quienes lo hacen en verano, y quienes lo hacen dos veces al año, como las lombrices y los caracoles. Los niños no entran nunca en letargo, pero a la hora de irse a dormir a veces temen caer, por error, aunque sólo sea durante el corto sueño de una noche, en el largo sueño del letargo, que dura meses.
Al final, algunos, agotados, se preguntar si no sería posible entrar en un letargo como el de los osos, despertándose justo a tiempo para cuando empiecen las vacaciones. Pero también hay niños a quienes les gusta cada vez más ir a la escuela, llena de amigos y de infinidad de cosas por descubrir, y ellos preferirían tener el letargo de las rosas, despertándose a tiempo para reiniciar el nuevo curso. Y mientras sueñan, les parece sentir el perfume de las rosas que custodian su sueño.




Letargo, Historias en Clave y Viajes Lingüísticos











qué raro que a los conejos no les pase, já,


pá, por qué ya no me regalás libros?

25.3.07

C

Con sangre en el tíntero había muerto la noche. Mi lado sádico tenía ganas de creer en sus palabras redentoras, pues tendría un hermoso y virgen lecho donde clavar sus garras e instalarse hasta el cansancio, pero no era una posibilidad. Yo sé que ella miente, pero más graves son mis mentiras.
Remontando al génesis, ¿no fue acaso ella quien me utilizó vilmente?. Claro que sí, solo que jamás pretendió admitirlo. Fue tan vulgar y amoral, que llenaba mi cama de rosas a diario para clavarme las espinas por las noches. Se valió de mis canciones, mis letras, mis libros, mis dibujos y toda cosa que pudo arrastrar a la hoguera. Cenizas fui, a tal punto de no poder escuchar, escribir, leer o dibujar. Esa mujer me maltrató tanto con su ego, que dí a parar adentro de un ropero.
Claro que, afortunadamente, la primavera se terminó. El 22 de diciembre, tras atarme a la desdicha de complacerla, partí, me fui lejos, con suerte no volvería a verla en un tiempo.
Con mi bienestar de no tenerla se resquebrajaba su alma. Un par de veces consideré, sí, el humanizarme y volver a dirigirle palabra alguna, pero no sucedió. Atrás habían quedado los intentos de un diálogo, de todo lo que se le parezca.
Al volver, con el tiempo y los debidos perdones, parecía olvidado aquel verano. Pero inclusive ahora, ya acabado, dejó un sabor amargo.
Me irrita el escucharla diciéndome al oído como le miento. Me irrita el decirle que no emito más que la verdad. Me irrita mentirme a mi misma, me irrita todo lo que tenga que ver con ella.
Quizás tenga razón después de todo, quizás no la quiero y tan solo la uso para sentirme mejor, pero no me siento mejor.

22.3.07

sobrevivirán los lepóridos a la tácita estación?

Amanece a las 5 de la mañana,
El sol radiante te despierta,
Te desperezas, bostezas,
Saludas a quienes han dormido contigo,
Sonríes, a ti mismo, a los demás, al cielo, a la tierra y el viento.
Los días durante el solsticio son enormemente placenteros,
Largos e incesantes, pero placenteros.
A veces, tienes tanto calor que transpiras un poco,
Te dejas caer de a gotas que luego te dan escalofríos.
Las nubes se reflejan en tus venas, tan radiantes,
Y entre tanto y tanto, escuchas las risas de los niños jugando en el parque,
Tan alegres y vivaces que lo percibes como si estuviera pasándote.
Las cigarras cantan por las siestas,
Por las tardes, uno que otro pájaro se posa sobre ti.
Pero los días pasan,
De un momento al otro no estás tan verde,
No te sientes tan fuerte, envejeciste de repente.
El tibio calor ha desaparecido,
Ahora no es más que rocío, que te quema y congela.
De a ratos el viento te sacude en vez de acariciarte, y te resquebraja,
No naces en la rama,
Si no que tan solo cuelgas de ella,
Te meces hacia los costados, hasta que de un pequeño, seco y corto tirón te sueltas,
Ya eres parte del aire.
Observas que todo el jardín ha muerto, o está muriendo como lo hiciste tú,
Y no hay flores.
Los infantes llevan puestos bufandas y guantes,
Y sobre el césped, no verde y radiante como antes, se deposita la escarcha.
Te encuentras con tus compañeras,
Te meces junto a ellas esperando por tocar la tierra, donde pasivamente descansarán.
El viento te recuesta en un lecho helado,
Con el paso del tiempo te mimetizas en él,
Estás hundiéndote mientras los gusanos se comen tu piel,
De tus nervaduras ya no queda nada.
El otoño te ha matado y el invierno ha sido duro para tu cuerpo.
Un día casi sin pensarlo, despiertas con el sol sobre tus ojos,
Te das cuenta que nuevamente eres parte del árbol,
Atrás quedaron las largas noches,
Los maltratos propios de las estaciones frías y la degeneración.
Estás brillante y aún más fuerte,
Eres la hoja más linda de todo el parque,
Te costó comprender,
Pero simplemente, acabas de renacer.