No hay nada como hacer el amor en tu cama o en la mía, nunca.
Es como si de repente todo el mundo se resumiera a eso, estar parados frente a la ventana.
El gemido es desgarrador, aunque lo opaque la música es como oírlo desde adentro, es como si de repente todo cesara, y el producto de tu voz desesperada fuese lo único latiendo. Te alejás y te extraño por momentos, pero acá estás otra vez.
Es como amarnos, sí, jugando contra el paso del tiempo cuando no existe el reloj. La pena de saber que siempre es tarde. Siempre está mal, y es como amarnos y no me mientas, porque es estar con vos y no importa. Llenarnos de flores o de peces en la sonrisa que coincide por el azar que no buscamos comprender, la simpleza de las cosas a través de mí ventana.
Extrañamente el haz de luz de las 7 en primavera es azul o negro, lo vacío de mis muebles tan vacíos, y vos sobre mi cama abarcándolo todo.
Es como si perder la ropa cuando siempre es tarde no nos incite a jugar otra vez, entonces nunca deja de ser tarde.
Te quedás con las pequeñas partecitas tan inmensas de las cosas.
Te ponés amarillo. Te volvés como el humo del cigarrillo que acabás de fumarte. Me dejás impregnada de tus huellas digitales. Bajo la ropa todo tu olor, y ya no soy yo, soy vos acariciándote la espalda. Soy vos antes de subirme al taxi. Soy vos en el silencio de la cena, y de la cama que no es mía y tengo que hacer dormir. A veces sería bueno no poder dormir nunca, nunca estar cansado, poder hacerlo siempre. A veces sería bueno siempre dormir, y tu mano, y mi beso. Soy vos antes de la ducha.
Pero la lágrima que derramo al irme es mía.
Es como si de repente todo el mundo se resumiera a eso, estar parados frente a la ventana.
El gemido es desgarrador, aunque lo opaque la música es como oírlo desde adentro, es como si de repente todo cesara, y el producto de tu voz desesperada fuese lo único latiendo. Te alejás y te extraño por momentos, pero acá estás otra vez.
Es como amarnos, sí, jugando contra el paso del tiempo cuando no existe el reloj. La pena de saber que siempre es tarde. Siempre está mal, y es como amarnos y no me mientas, porque es estar con vos y no importa. Llenarnos de flores o de peces en la sonrisa que coincide por el azar que no buscamos comprender, la simpleza de las cosas a través de mí ventana.
Extrañamente el haz de luz de las 7 en primavera es azul o negro, lo vacío de mis muebles tan vacíos, y vos sobre mi cama abarcándolo todo.
Es como si perder la ropa cuando siempre es tarde no nos incite a jugar otra vez, entonces nunca deja de ser tarde.
Te quedás con las pequeñas partecitas tan inmensas de las cosas.
Te ponés amarillo. Te volvés como el humo del cigarrillo que acabás de fumarte. Me dejás impregnada de tus huellas digitales. Bajo la ropa todo tu olor, y ya no soy yo, soy vos acariciándote la espalda. Soy vos antes de subirme al taxi. Soy vos en el silencio de la cena, y de la cama que no es mía y tengo que hacer dormir. A veces sería bueno no poder dormir nunca, nunca estar cansado, poder hacerlo siempre. A veces sería bueno siempre dormir, y tu mano, y mi beso. Soy vos antes de la ducha.
Pero la lágrima que derramo al irme es mía.
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