El tema es éste: haber alcanzado cierto grado de mutualismo puede llegar a perjudicarnos. Lo sé porque a pesar de todo seguimos hablando como si adentro mío no pasara nada, y vos no tuvieras ese relojito insulso que posee un tictacteo bastante infernal y que denota que por tus venas sólo está corriendo algo sintético.
¿La verdad?, me quemaste completamente. Me convertiste en una persona horrible, justamente, sintética. Pan, circo, tener que escribir en prozac.
Yo te reconozco las cosas buenas, las que hacés por mí, las que etcétera. Pero sinceramente, ya no siento que ahí adentro haya algo que valga la pena. Quizás nunca lo hubo y yo estuve obnubilada por tus pelotudeces, sintéticas.
Cuando vos necesitás, yo estoy. Estoy de todas las formas y maneras posibles, estoy. Ahora tengo que venir a remontar que cuando yo necesito, los demás se auto-necesitan. No está bien, porque decir que estamos bien también es una forma de no admitir lo que está mal. Me estás descosiendo, lo hacés todo el tiempo. El dolor que tengo adentro, el desgarro, ya no lo puedo continuar banalizando, pensar que las cosas van a mejorar. Porque te servís de mí todo lo que a tus fines complace. El resto de la semana soy descartable. Pero si de repente empecé a hacer todo eso que tanto mal me hace a mí, entonces debo ser una hija de puta, una tarada.
La cosa es, ya no sé quién soy. Como hubiérase quejado Hallward alguna vez, me manchaste, ya nada va a ser lo mismo. No puedo responderme a mí misma si mis deseos son míos o una adaptación de los tuyos, o de los que vos tenías para mí.