10.5.12


No soltarte era algo así. No soltar tu idea. No soltar la invasión que le permitía dentro de mi cabeza. Dentro de mis distintos campos y habitus. En el haberme cortado el pelo y los brazos. En vestirme diferente, en fumar diferente, en mirar diferente las calles de Buenos Aires y los recorridos de los colectivos porque eran esos lugares en los que vos y yo alguna vez estuvimos. No soltarte era algo así como no poder aceptar que quizás atesorar algo, querer algo, por un tiempo indeterminado, o que tal vez se determina en el suceder, es una cuestión idealista y de mero capricho. La pregunta, al tenerte a medias, porque a pesar de tantas conversaciones y de planes y de promesas, con vos existen la nada, el todo y los puntos medios, y aún así considero que tus todos son austeros, o se diferencian tanto de los míos que no tiene sentido abordarlos. El miedo real estaba relacionado con ya no tener qué sentir. Ya no tener a quién extrañar. Buscar canciones para hablar de la felicidad o la infelicidad y darse cuenta que son ajenas a este momento. Un momento de apatía probablemente, hasta de miedo, pero sobretodo de hastío en el que el cansancio no es tan malo como solía serlo ni cobró las formas del pasado. Este momento al que tanto le temía estaba intrínsecamente relacionado con el no sentir. Por eso quizás hasta aprisioné dentro mío cosas tan terribles, simplemente para nunca tener que quedarme sin cosas. Y este vacío no es una canción de amor despechada, ni es una canción de amor enamorada, ni somos vos y yo agarrados de la mano. Este vacío se dio cuenta que a veces queremos cosas porque simplemente nos gusta quererlas, pero en el ideal, tenerlas o volver a tenerlas es tan desacertado en comparación con la realidad, que cuando llegan, que cuando vuelven, ya no se sienten. No se sienten lo mismo, probablemente no se sientan en absoluto. Este cuerpo lleno de dolores tan terrenales simplemente abandona el terreno. Porque no existen satisfacciones peores, o tragedias disfrazadas de tales, que las de encontrarse vacío y que la tierra venga a succionarte lo poco que te queda dentro tuyo. No existe dolor tal como saber que cuando no hay nada que dar, más bien todo lo que debería darse se quita. Se quita y no se deposita en ningún lugar que vos y yo conocemos, porque el otro simplemente las tira al aire. Mi cuerpo tan deseoso de sentir aquello que alguna vez, quizá, sucedió, pero por momentos no creo, y a veces hasta defiendo, mi cuerpo sabe que hoy no puede tomar algo de nadie, en planos de deseo. Mi cuerpo bien puede sonreirse, y mi cuerpo bien puede aceptar el cariño ajeno y hasta producir un cariño insulso que podría ser valorado por los otros. Pero que quede claro esta vez, habiéndome alejado de tantos, los otros en este momento son tan pocos que están ahí para intentar elaborar una forma de amor compatible con un trazo delgado de amor propio, que se quiere lo suficiente como para decirte, y decirse a él mismo, que soltarnos en esta circunstancia era lo más inteligente, porque podremos querernos, pero ya no vamos a amarnos. Porque podremos querernos, pero ya no vamos a respetarnos, ni a dejar de mentirnos, ni al otro ni a nosotros mismos. Podremos querernos, pero no podremos creernos ni comprendernos porque vos y yo venimos de lugares distintos. Tan diferentes que no admiten ningún estadío ni nivel de entendimiento mutuo, aunque alguna vez habré creído que eras la persona que más me conocía. Yo soy la persona que más me conoce, y nada te he quitado esta vez, porque nada quisiste recibir de mi parte. Y aunque exista y pueda existir todo lo que existe, y lo que deja de existir, acepto más bien que el amor y la falta de amor no son la culpa de alguien. Por eso hoy que no te amo sé que es increíblemente justo de tu parte no reprochármelo. También existe reciprocidad al respecto y nos permite estar como estamos. Pero nada debe ser forzado porque sí, y si no podemos construir en esta tierra, entonces no tiene caso merodear alrededor del otro, volverlo destinatario de nuestras palabras. No más, por favor, se me vació la copa. Y si bien no dudo que alguna vez será llenada, creo que hoy más bien posa en tierra, y festeja tanto como se lamenta la cercanía de la luna.