9.4.07

la gran despedida


No puedo acabar de abrazarte, y ya te escurres en mis brazos, húmedo, empapado, sollozando. Acá está mi ser, el que vuelve a despedirte. No importa cuanto haya durado el tiempo juntos, tendrás que irte, o seré yo quien me vaya. Un tener indeseado, una impotencia clavada, al final, ¿por qué nos vamos tantas veces antes de irnos realmente?, ¿por qué?.
Mi descontento y el sabor amargo de las despedidas se vuelven evidentes. Pasan los minutos sin que nadie recurra a ellos, sin que se lo requiera, y otra vez te tengo en frente, pero ya te estoy extrañando.

Te contemplo y te rompo. Te hablo y te sulfato. Te escribo y te irrito. En tu ideal de libros y letras no soy más que un trozo de madera escondido, un nefasto duplicado de vos mismo. Vos me creaste, yo te asesino. Vos me cuidaste, yo te expongo. Te ahogo y te castigo. Me pregunto por qué te volví tan necesario, si de la nada viniste y a la nada te vas. Polvo te vuelves, no queda en pie ni siquiera la ambigüedad de tu alma.

Qué suerte que solo lo escribí enojada. Que suerte tenerte conmigo, Fede.