Prendemos un cigarrillo con la luz apagada. Pertenezco a una generación de autodidactas, a veces proclamados poetas, que no podemos parar de escribir sobre la muerte, sobre matar, sobre morir. Probablemente no le hicimos daño físico ni a una mosca, y no experimentamos con la luz blanca. Necesito un espectrógrafo para someterte a juicio, para verte los colores, calentarte y saber de qué estás hecho.
Hablarte a oscuras de la energía de los orbitales atómicos me da hasta vergüenza, ¿cómo explicarte mi deseo de desfragmentarte?, metafísicamente, sólo voy a lograr que te des cuenta de que la que se está desarmando y exponiendo soy yo. Cualquier intento por descifrarte acaba por someterme a la llama sin aislante de por medio.
y yo me voy de tus manos como viento.