Y ahí nos están esperando. Los vasos en el living, los besos en la cara, los dedos en la espalda, las sienes tan ardientes, la fiebre en madrugada, los ojos astillados, el tocadiscos girando solo, la canción que no escuchaste, la pared en la que no escribiste, el consuelo que no buscaste, la risa que no emitiste, mi tono de amenaza al teléfono un miércoles, tu día favorito, y empezó bien. Que te voy a cortar los dedos y también llevarte a vivir conmigo y obligarte inútilmente a jugar a esas cosas que invento. Tanto que te gusto y tan mal elegís. Todavía podemos asumir que inevitablemente vamos a quemarnos, y qué mejor que juntos, y qué mejor que abrazándonos los labios y jurándonos atardeceres, aniquilándonos mutuamente, perforándonos intensamente, inscribiendo las fotografías que aún no nos sacamos y dibujando el resto de los días como si fueran noches.
Detrás de ese papel inscribí las coordenadas de mis pies caminándote las paredes, y se sentía bien, se sentía bien.