El tiempo que me sobra, el problema de jamás poder volatilizar(me). El césped del jardín tan cambiante, y otra vez, esa plaga destructora. El gusano, los dos metros bajo tierra, yo estuve ahí.
Lo rancio de tragar, amargo, yo sin saber nunca, nunca, que ibas a dejarme hervir sin compañía (del olvido). El arrastre de la incertidumbre de los sentimientos pasajeros permanentes, como el mar que rebalsó el ojo de la cerradura en el cuarto de Horacio, eso que nunca será, y no me importa, y él sabe.
El hotel de mis días en el jardín, firmamento gris, el frío de mayo y una que otra hoja entrando en letargo. El hotel de mis días en Entre Ríos 1030. El hotel de mi letargo en tu boca. El hotel de tu boca en(tre) mis dedos.
Fui de todo menos caníbal.
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