-
Ya
sabés lo que te dije siempre.
-
¿Lo
qué?
-
Lo
de los documentales á.
-
Sí,
eso. Los documentales. Ni que todo esto estuviese guionado.
-
Ponele.
-
Viste
que te extraño siempre pero el teléfono cada tres meses ameniza.
-
Yo
diría que amortiza.
-
Para
no ganarme el juego.
-
Para
no terminar sacándote la lengua y que te enojes, y esas cosas.
-
A
veces quiero encerrarme un mes a hablar de los últimos años.
-
¿Y
robarme la ilusión de laburar juntos?
-
Ponele.
-
¿Dónde
tenías la cabeza en febrero cuando te dije que todo esto era parte del proceso?
-
¿Renunciar
decís?
-
Ah,
me estabas escuchando.
-
Yo
dejo de escucharte cuando empezás a repetir, y a repetir, y a repetir lo mismo.
Lo único que cambia es el énfasis que le ponés. Lo mido en decibeles. Cuanto más
alto gritás sé cuánto más se pudrió la cosa, pero no es nada nuevo.
-
Estás
hablando en presente.
-
¿Y?
¿No se va a joder de nuevo, decís?
-
A
veces delirás que estamos juntos, ¿no?
-
Yo
deliro pero unas cuantas veces por año me levanto al lado tuyo.
-
Y
volvés a hacer ese gesto que si te digo que lo hacés no lo harías más.
-
Probablemente
ya sepa de qué estás hablando. No exactamente cuál, pero lo sepa.
-
No
cambiaste un carajo. Digo, antes te vestías mejor.
-
Vos
siempre te vestiste como la mierda.
-
Y
te encanta.
-
¿Qué
te chupe un huevo? Sí. La cantidad de cosas que te importan puedo contarlas con
la mano.
-
Tus
viejos, tu abuela, tu perro… Bueno, a la mierda, si digo el resto, yo no entro.
-
Sí
me importás. Volvés con la cabeza jodidísima, llegás a casa como si hubiese
pasado un huracán.
-
Yo
no impongo el silencio.
-
Pero
te abro la puerta, entonces funciona.
-
No
sé de qué me perdí.
-
No
funciona, sigue siendo inconveniente. Digo, nunca vamos a ser amigos. Y aún así
sentís que podés contarme absolutamente todo. Y es raro, porque decís siempre
que todo lo que me contás es peor que antaño. Pero en antaño estabas como…
llena de sangre.
-
Esa
sonrisa sucia. Nunca veo venirla.
-
Creo
que cuando dormimos los dos nos abrazamos un poco.
-
¿Así,
a ochenta cuadras? ¿Así cuando abrazás a tu novia?
-
No
era mi novia. Vos eras mi novia.
-
Justamente.
Ahora nos abrazamos con otros novios al lado.
-
Te
dije que no quería joderte la relación.
-
Te
dije que le conté toda la verdad, y todavía no tenía una como para joderla. Después
le hizo mal. Pero nadie hablaba como vos en ese momento y se tuvo que ajustar. Podría
haberse negado.
-
¿Y
qué ibas a hacer?
-
Dejarlo.
-
Es
como él o yo, ¿no?
-
Es
como todos o vos.
-
Pero
ya lo dejaste. ¿Y si vuelvo con vos los dejás a todos?
-
No
jodas con eso.
-
¿Y
si funciona?
-
Dejé
de imaginármelo hace tiempo.
-
Pero
de noche, y al teléfono, y en mi cama, y en la tuya, funciona.
-
Pero
ni sos vos, ni soy yo, somos otras personas. Nos imagino siendo otras personas
entonces nos imagino juntos.
-
Te
enojaste muchas veces por eso.
-
Me
enojé en septiembre porque no pude elegir. Porque tus palabras no alcanzaron.
Me enojé hace dos semanas porque…
-
Hablá.
-
No
te van a volver a querer así, ¿sabés?
-
Podrían
quererme mejor.
-
Está
bien, sacrificame.
-
No,
no creo que me quieran mejor. ¿Vos quisiste mejor?
-
Nunca.
-
¿Y
ya te hicieron hijos?
-
Jamás.
-
¿Y
qué estás esperando?
-
Que
seamos otras personas. Girar la cabeza sobre la almohada y que realmente sea tu
pelo, y que realmente sea tu mano, y que realmente sea tu vida.
-
No
seas fanática.
-
¿No?
-
Pero
yo a veces también.
-
Hay
días en los que me rompo la cabeza pensando que por mucho más la gente no se
deja.
-
Era
una apuesta clara. Realmente era todo o nada.
-
¿Y
qué ganaste?
-
Nunca
me sentí tan solo. Estaba bueno estar solos juntos. ¿Vos qué ganaste?
-
Me
limpié, ya no miento.
-
Entonces
valió la pena.
-
La
pena más repugnante del mundo.
-
Igual
exagerás muchísimo.
-
¿Cómo
con lo de la costilla?
-
Si,
ni siquiera lo escribiste para mí.
-
Lo
que no entendiste es que escribí sobre arrancármela. Sobre arrancarme la
costilla que alguien puso ahí. Vos me hiciste.
-
Te
hiciste sola. Yo te encarrilé algunos patos en la fila, pero al final, de no
haber querido…
-
Primero
quise para vos. Después quise para los dos. Después quise para mí.
-
Nunca
quise hacerte esto.
-
Yo
tampoco.
-
¿Podemos
ser otras personas?
-
No.
-
¿Y
querernos así?
-
Tampoco.
-
Entonces
te veo en otro horizonte. En algún horizonte. Como cuando te dije que algún día
el mundo que queríamos los dos se iba a encontrar, ¿te acordás?
-
Pero
te dije que no iba a vivir para verlo.
-
¿Pero
si estoy ahí, vas?
-
Si
estás ahí, te juro que me muero, sólo para poder contarlo.
-
¿Para
que tenga sentido tu promesa?
-
Para
que tenga sentido la tuya.
-
¿Cuál?
-
Dijiste
que nadie me haría hijos mejor que vos.