Cuando hace frío generalmente es tarde. Yo te dije. Tantas veces. La verdad es que te extraño. La reconstrucción del bloque del pasado, única, la hago por partes. No pienso en el dolor, no cómo me gustaba pensar antes. Era masoquista. Ahora tengo una revolución de los mil demonios dentro mío. Quisiera decirte que si tuviera un sólo amor, sería el tuyo. Que soy la mitad de mujer de lo que era. Si te enamoraste tarde, te confundiste. Si lo hiciste antes, ya no estoy así. El miedo es un campo minado, y la tarea (es) de estar solo. Ayer a la tarde cuando me acosté a dormir, eras lo que más quería. Todas las tardes eras lo que más quería. Ahora puedo tener diecisiete, y ser libre. Ser culpable. Cuando te sostengo, al menos esas responsabilidades van de a dos. Mirarte de reojo, y al horizonte. Es verde. Así estamos. Te arrepentiste. Yo también, y tanto. Lo hago ahora, que puedo agarrarte la mano y decirte “hagámoslo de nuevo”. Seamos condescendientes. Los dos. Que es peor que atravesar el infierno atragantados. O mejor. Sin poder distinguirlo. Hundirme en el colchón, abrazándote. No sos eso, y yo tampoco. La falta de definición es una foto fuera de foco, mi vista al salir del trabajo. No poder distinguir los colores a lo lejos. Ni los números. Ni las letras, ni las calles. Ni tu sonrisa. Ni que estés parado a dos metros, esperándome. Yo te estoy esperando. O estuve haciéndolo más tiempo del que quisiera contarlo, y sin embargo, es tanto menos. Tanto menos que me asusta. Tanto menos que te amo. La decisión es amarte, con vos o sin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario