Debe ser que el tiempo es ajeno a la misericordia. Que los brindis son hipócritas, que nunca los propongo yo. Nos equivocamos de a dos o tres noches, nos alejamos del consentimiento. A veces cada uno es cada uno y juntos no hacemos ni medio. Pero de vez en cuando el mundo es un lugar perfecto, mirarse los dedos y sentir que no están manchados. Y a pesar de la perfección, y del miedo, también hay días en los que creo que estamos tan sucios que ya nada podrá lavarnos, o volvernos más puros. La dislocación del llanto. El silencio del alba, de unas cuantas noches. Es el silencio. Esa es la daga que me envenena.
(pero el mundo es un lugar perfecto, está hecho para nosotros)
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