Tu fantasma se me resfriega por el cuello. Me ultraja la nuca. Es la reconstrucción de tu boca abierta, en una posición casi irreparable. Abierta. Apenas húmeda por la saliva, por el aliento. Que acercás a mí en un gesto de condescendencia. Tu boca siempre una cortina de palabras inconclusas. De muros erguiéndose frente a mis ojos. A mis párpados sobresalientes. Que te perforaron con toda la parsimonia de alguien que espera. De alguien que llueve. Como si un dedo fuera la llave parcial de una puerta que no abre. Querer coger era como un anillo que usaste el tiempo suficiente como para sentir físicamente su ausencia. El deseo de tener tu esperma entre los dedos fue casi igual. Los anhelos funcionan como astas. Y un pecho es un lugar suficientemente grande como para construir en él una casa, o una pared que se levanta sólo para ser destruida. Para depositar en ella toda la ira que esconden tus silencios.
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