Hay un silencio, un cuerpo y un silencio, dos cuerpos y una gota. No es que me mientas, es que a mí me gusta hacérmelo. Nos vamos galopando, entrelazando, agujereando, pasando hilos de colores a través de los agujeros, y aprendemos de nudos, y mi mundo cabe en una madeja que va rodando, que nos va atando, que por momentos nos cosquillea las vísceras, y en otros nos asfixia, y así nos matamos neuronas, ganas de seguir enredados.
Vos te fumás los pulmones, yo las intenciones de estar juntos.
Mi amor, tu boca, yo me desmorono seguido, siempre soy la parte que se muere. Pegarse al techo, los agujeros, procurar ese silencio. Y la gota me resbala un muslo, y por temblar se me cae, por llorar me la pierdo, y va a parar justo a un mar al que me la paso dándole la espalda. Que un día no me tire para abajo, que un día no me ahogue destartalada y sin poder nadar.
Pero mientras tanto, entumecida y sin ver la hora de que el universo vuelva a suspenderse en uno de tus abrazos. Quiero creer en eso.
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