11.1.13


-          Acerca de lo estúpidas que son las fotografías de las cajas nuevas de cigarrillos.
-          No son tan nuevas.
-          Tampoco fumé tanto.
-          Refrescó, querida.
-          Debe haber menos humedad, aunque sabés qué la testea hace un tiempo largo.
-          Lo que sea que se haya metido debajo de la letra “o” de tu teclado.
-          Ah, cierto que es mío y que no escribís vos nunca.
-          Yo no escribo hace un año, no jodas.
-          Cierto. Como si quisiera andar por ahí buscándome algún reventado con la extraordinaria capacidad de sacarte brillo.
-          Lo hicieron bien…
-          Hace un par de noches, de cualquier manera, estabas increíblemente contento. Obtuviste lo que querías.
-          Sí y no. Verás, no me interesa en absoluto el sufrimiento ajeno. Sólo trataba de recordarte que existo, te comportaste acorde a las circunstancias, te felicito, dame un mes.
-          Me estás cansando.
-          Jamás lo suficiente como para que me dejes ir. O me mates o algo. ¿Averiguaste cómo matarme? Te hice resistente a cada porquería que te dejaste meter en el cuerpo. ¿No te habían dicho que de ser una drogadicta iban a tener que subirte las dosis de todo y dijiste que no? Ves, estabas mintiendo. Me querés todavía.
-          Sinceramente, accionás dónde se te canta. Ya me tiene sin cuidado. Te encantaría que te grite…
-          Pero le gritás a los demás, eso está claro. Tenés cuentas pendientes conmigo, podrías empezar a saldarlas. Yo te iba a llevar a donde más querías.
-          Te tenés fe cuando me ponés a escribir, demasiada para creer que no podría renunciar a ello.
-          Tu talento puro está completamente de mi lado, no podrías sin mí. Y ya ves lo que pasa cuando me corrés a un costado. Creés que me dejás incinerarme solo, cuando en realidad siempre encuentro alguna veta repugnante en tus inescrupulosos actos y me dejás escapar.
-          Adorás tus cinco minutos de fama, te olvidás del lugar en el que vivís.
-          Estás sugestionada. Creés que me vas a ahogar por ahí. En Concordia probablemente. Que me vas a estrujar cual insecto: no recordás de dónde salí.
-          No me va a tomar demasiado tiempo.
-          Ahora explicame, pequeño monstruito, por qué delirás con saber por qué te alejaste de los que realmente te conocen.
-          Me doblás en intelecto, lo entendés.
-          Se me ocurre que creés que podés sostener tus mentiras a muy largo plazo si ya nadie puede refutártelas.
-          Correcto, ahora jugá a otra cosa.
-          Mentira. Todavía sabés mentir, sólo no podés hacerlo conmigo. Todavía me necesitás.
-          En parte.
-          No vas a escribir un carajo sin una musa. Y yo soy todas ellas.
-          He escrito con felicidad y te recuerdo que ahí no estabas.
-          Explicame ahora cuando fue la última vez que escribiste feliz y te permito retirarme la palabra. Pensás que me vas a matar con la pastilla que te claves esta noche, si, sólo si te voltea.
-          Cierto que si no lo hace volverás en la forma de algún sueño espantoso el cual recordaré mañana y sabré que no dormí por tu culpa.
-          Trabajo mientras dormís, no seas idiota.
-          Tu deber es mantenernos con vida, nunca te olvides de ello.
-          Te voy a perseguir hasta la próxima.
-          No si te desaparezco en esta…
-          No vas bien en absoluto, nena. Trabajo para el mejor postor, estoy cómodo.
-          Y supongo que por eso desaparecés la mayor parte del día…
-          Solés aburrirme, hasta que me recordás.
-          Se te están terminando los años de gloria. No soy la única que te lo dijo.
-          Casi que te gano como treinta y cinco veces, no tenés muchas otras debilidades.
-          Barajá, estúpido, tiene que durarme toda la semana la caja de cigarrillos.
-          Es viernes. Ducasse. Los viernes son míos.
-          Estás en la casa de mamá, sabés que acá no corre el tiempo.
-          Ah, pero sí que corre. No creas que no sé cuando mirás el relojito insulso.
-          Si te aislo estás en la freidora.
-          Me vas a extrañar. Me extrañás siempre. De hecho querés dejar todo lo que te aleja de mí, porque lo hacés.
-          Porque te echo la culpa de la mayoría de las idioteces que nos hacés hacer.
-          Pero yo soy perfecto, vos no.
-          Perfecto sería reventarme un oído y ya no tener que escucharte.
-          Tenés otro, ya lo discutimos. Con ese querrás oírlo todo, inclusive a mí.
-          Cuando te encuentres algo que quiera vengarte la muerte quizás volvamos a hablar.
-          En algún planeta autocreado de mierda. La primera vez que te hartes voy a estar ahí. Y la segunda, y la tercera.
-          Y la cuarta, y la quinta. Te quedan muchas menos fichas.
-          Dijiste que el tiempo no corría. ¿Y qué si aún las tengo todas?
-          Esta noche no te las veo.
-          Pero son las más caras y sabés que podría jugártelas.
-          ¿A cambio de qué?
-          Pregunta de quinceañera boluda, estás grande.
-          Algunos días.
-          Quiero un trato.
-          Olvidate.
-          ¿No te cansás? ¿Ni un poquito? ¿Nunca? Ves, ahora sí te duele.
-          Es la silla.
-          Conociéndote, podrían ser hasta los murciélagos.
-          Pero es la silla.
-          No te costaría intentar.
-          ¿Y si pierdo qué?
-          La estirpe.
-          Olvidate.
-          ¿Qué soñaste anoche?
-          Que volvías a llevártelos.
-          Ahora nos entendemos.
-          Pero después conté los días, no habría manera.
-          Ves, estás soñando lúcido. Ahora nos entendemos mejor.
-          La pastilla y rajás como por diez días. Veinte si subimos la dosis.
-          Y estaré exactamente en el mismo lugar.
-          No te los llevarías, no te los podés llevar. Y te voy a explicar por qué. No me pertenecen.
-          Pero los mandás al pandemonio igual.
-          Yo también me habría traicionado de ser ellos y sin embargo están de mi lado. Te estás quedando solo.
-          ¿No era que no podía ni tocarlos?
-          Si te dejan, estaría bien, cobrate sangre. Pero mía, y nos vamos juntos.
-          Qué aburrido, sobrevivirías. Y si te internan esa vez vas a tener más que manchones blancos.
-          ¿Más que doce puntos, decís?
-          Ninguno que no puedas arrancarte.
-          Tus manotazos de ahogado ya no me divierten.
-          Está bien, tené tus veinte días. No creo que te los merezcas. Pero al menos tus piernas sí.
-          Hablás como si no las usaras.
-          Las tomo prestadas, a las cuentas las arreglamos acá. Y cuando lo hagas volver, nos harás volver a todos.
-          No vuelve.
-          Siempre vuelve. Él también habla solo. Y nos lee, querida.
-          Cómo te gustaría…
-          Mataría por tenerlos a ambos de nuevo.
-          A esa la quiero ver.

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