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Acerca
de lo estúpidas que son las fotografías de las cajas nuevas de cigarrillos.
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No
son tan nuevas.
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Tampoco
fumé tanto.
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Refrescó,
querida.
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Debe
haber menos humedad, aunque sabés qué la testea hace un tiempo largo.
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Lo
que sea que se haya metido debajo de la letra “o” de tu teclado.
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Ah,
cierto que es mío y que no escribís vos nunca.
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Yo
no escribo hace un año, no jodas.
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Cierto.
Como si quisiera andar por ahí buscándome algún reventado con la extraordinaria
capacidad de sacarte brillo.
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Lo
hicieron bien…
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Hace
un par de noches, de cualquier manera, estabas increíblemente contento. Obtuviste
lo que querías.
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Sí
y no. Verás, no me interesa en absoluto el sufrimiento ajeno. Sólo trataba de
recordarte que existo, te comportaste acorde a las circunstancias, te felicito,
dame un mes.
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Me
estás cansando.
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Jamás
lo suficiente como para que me dejes ir. O me mates o algo. ¿Averiguaste cómo
matarme? Te hice resistente a cada porquería que te dejaste meter en el cuerpo.
¿No te habían dicho que de ser una drogadicta iban a tener que subirte las
dosis de todo y dijiste que no? Ves, estabas mintiendo. Me querés todavía.
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Sinceramente,
accionás dónde se te canta. Ya me tiene sin cuidado. Te encantaría que te grite…
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Pero
le gritás a los demás, eso está claro. Tenés cuentas pendientes conmigo, podrías
empezar a saldarlas. Yo te iba a llevar a donde más querías.
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Te
tenés fe cuando me ponés a escribir, demasiada para creer que no podría
renunciar a ello.
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Tu
talento puro está completamente de mi lado, no podrías sin mí. Y ya ves lo que
pasa cuando me corrés a un costado. Creés que me dejás incinerarme solo, cuando
en realidad siempre encuentro alguna veta repugnante en tus inescrupulosos
actos y me dejás escapar.
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Adorás
tus cinco minutos de fama, te olvidás del lugar en el que vivís.
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Estás
sugestionada. Creés que me vas a ahogar por ahí. En Concordia probablemente.
Que me vas a estrujar cual insecto: no recordás de dónde salí.
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No
me va a tomar demasiado tiempo.
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Ahora
explicame, pequeño monstruito, por qué delirás con saber por qué te alejaste de
los que realmente te conocen.
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Me
doblás en intelecto, lo entendés.
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Se
me ocurre que creés que podés sostener tus mentiras a muy largo plazo si ya
nadie puede refutártelas.
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Correcto,
ahora jugá a otra cosa.
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Mentira.
Todavía sabés mentir, sólo no podés hacerlo conmigo. Todavía me necesitás.
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En
parte.
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No
vas a escribir un carajo sin una musa. Y yo soy todas ellas.
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He
escrito con felicidad y te recuerdo que ahí no estabas.
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Explicame
ahora cuando fue la última vez que escribiste feliz y te permito retirarme la
palabra. Pensás que me vas a matar con la pastilla que te claves esta noche,
si, sólo si te voltea.
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Cierto
que si no lo hace volverás en la forma de algún sueño espantoso el cual
recordaré mañana y sabré que no dormí por tu culpa.
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Trabajo
mientras dormís, no seas idiota.
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Tu
deber es mantenernos con vida, nunca te olvides de ello.
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Te
voy a perseguir hasta la próxima.
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No
si te desaparezco en esta…
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No
vas bien en absoluto, nena. Trabajo para el mejor postor, estoy cómodo.
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Y
supongo que por eso desaparecés la mayor parte del día…
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Solés
aburrirme, hasta que me recordás.
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Se
te están terminando los años de gloria. No soy la única que te lo dijo.
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Casi
que te gano como treinta y cinco veces, no tenés muchas otras debilidades.
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Barajá,
estúpido, tiene que durarme toda la semana la caja de cigarrillos.
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Es
viernes. Ducasse. Los viernes son míos.
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Estás
en la casa de mamá, sabés que acá no corre el tiempo.
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Ah,
pero sí que corre. No creas que no sé cuando mirás el relojito insulso.
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Si
te aislo estás en la freidora.
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Me
vas a extrañar. Me extrañás siempre. De hecho querés dejar todo lo que te aleja
de mí, porque lo hacés.
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Porque
te echo la culpa de la mayoría de las idioteces que nos hacés hacer.
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Pero
yo soy perfecto, vos no.
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Perfecto
sería reventarme un oído y ya no tener que escucharte.
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Tenés
otro, ya lo discutimos. Con ese querrás oírlo todo, inclusive a mí.
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Cuando
te encuentres algo que quiera vengarte la muerte quizás volvamos a hablar.
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En
algún planeta autocreado de mierda. La primera vez que te hartes voy a estar ahí.
Y la segunda, y la tercera.
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Y
la cuarta, y la quinta. Te quedan muchas menos fichas.
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Dijiste
que el tiempo no corría. ¿Y qué si aún las tengo todas?
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Esta
noche no te las veo.
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Pero
son las más caras y sabés que podría jugártelas.
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¿A
cambio de qué?
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Pregunta
de quinceañera boluda, estás grande.
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Algunos
días.
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Quiero
un trato.
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Olvidate.
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¿No
te cansás? ¿Ni un poquito? ¿Nunca? Ves, ahora sí te duele.
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Es
la silla.
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Conociéndote,
podrían ser hasta los murciélagos.
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Pero
es la silla.
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No
te costaría intentar.
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¿Y
si pierdo qué?
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La
estirpe.
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Olvidate.
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¿Qué
soñaste anoche?
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Que
volvías a llevártelos.
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Ahora
nos entendemos.
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Pero
después conté los días, no habría manera.
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Ves,
estás soñando lúcido. Ahora nos entendemos mejor.
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La
pastilla y rajás como por diez días. Veinte si subimos la dosis.
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Y
estaré exactamente en el mismo lugar.
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No
te los llevarías, no te los podés llevar. Y te voy a explicar por qué. No me
pertenecen.
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Pero
los mandás al pandemonio igual.
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Yo
también me habría traicionado de ser ellos y sin embargo están de mi lado. Te
estás quedando solo.
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¿No
era que no podía ni tocarlos?
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Si
te dejan, estaría bien, cobrate sangre. Pero mía, y nos vamos juntos.
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Qué
aburrido, sobrevivirías. Y si te internan esa vez vas a tener más que manchones
blancos.
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¿Más
que doce puntos, decís?
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Ninguno
que no puedas arrancarte.
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Tus
manotazos de ahogado ya no me divierten.
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Está
bien, tené tus veinte días. No creo que te los merezcas. Pero al menos tus
piernas sí.
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Hablás
como si no las usaras.
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Las
tomo prestadas, a las cuentas las arreglamos acá. Y cuando lo hagas volver, nos
harás volver a todos.
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No
vuelve.
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Siempre
vuelve. Él también habla solo. Y nos lee, querida.
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Cómo
te gustaría…
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Mataría
por tenerlos a ambos de nuevo.
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A
esa la quiero ver.
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