26.9.12


En retrospectiva estuvo como… bien. Siempre está bien. Pero soy yo, estoy acostumbrada a hacer la guerra. Parecería que siempre divido la verdad en cuatro partes. Los últimos meses te dí un cuarto, algunas veces medio, ayer y en julio, una puta tres cuarta verdad. Te amo, seguramente estés leyéndolo ahora. A esta hora, en la que sólo vos, yo, los amantes estamos despiertos. Los insomnes. Creo que cuando has adorado a alguien al punto del desgarro, con la fatalidad, la totalidad, la devoción y el miedo que te he tenido, creo tantas cosas. Tu sonrisa a la mañana, inmutable. El sol pegándole de a poco. El orgasmo. Antes de que suceda, entro en una suerte de delirio, fiebre. Desenfoco la mayoría de las cosas. No sé exactamente en qué clavo la vista, y siempre es diferente, pero tengo un segundo. Ese momento en el que pasa, parezco tener un despertar espasmódico, recibir un shock de adrenalina, inhalo por la boca, el pecho se me contrae, generalmente elevo la cabeza, y entonces lo veo. Lo primero que veo cuando finalmente respiro, luego de estar ahogándome, sofocándome. Lo que veo, y ví tantas veces, tanto tiempo, en tu habitación, fueron las vetas del techo de madera, claro, barnizadas con paciencia por vos, por tu padre. En aquel entonces, todas ellas se deformaban al punto en el que alcanzaban figuras diabólicas, monstruos de dos, tres ojos, expectantes a mis gritos. Testigos de tus palabras. Que únicamente podría haber escuchado Chéjov, que únicamente alcanzaban mi oído porque era casi un susurro, letal. El domingo a la mañana cuando reaccioné, las ví, y los ojos se me bañaron en lágrimas. En ese llanto que rogás nunca estalle, y por suerte no pasó. Ahí tenés tus cuartos de verdad, todavía te amo. Sos la persona con la que quiero despertarme todos los días de mi vida. Pero cuando pasa el tiempo, y en un par de días voy a sentir el tiempo, viviré de una sola manera. Y no es un castigo, aunque bien sé es la manera que odiás. Viviré como los últimos tres años, haciendo de cuenta que no pasó. Que jamás te sonreí en la puerta de Talcahuano 946 un 13 de julio. Que jamás te olí por primera vez. Jamás te preparé un café, jamás te hice lasagna. Nunca saqué a pasear a tu perro, ni te manché un dibujo con tinta china. Nunca salimos de vacaciones, ni compramos anillos, ni nos comprometimos en una garita frente al mar en madrugada. Nunca, jamás, tuvimos sexo sobre el arena. Ni en hoteles, ni en el piso, ni en camas ajenas. No te regalé una almohada, ni te cuidé cuando estabas enfermo. No nos regalamos discos ni nos insultamos. No nos perdimos en Concordia, ni te mostré la casa en la que vivía. Jamás te lloré, jamás te he llorado. No estoy llorando ahora. No me sé tu teléfono de memoria. No me emborraché en tu nombre. No tomé taxis de madrugada. Nunca me perdí, sin plata en el bolsillo, intentando encontrar tu casa. No tuviste que llamarme al teléfono de otro tipo. No te mentí, y no me quisiste. Por eso no guardo cosas tuyas, no estuviste. No me hiciste, no me forjaste, no me cambiaste. No me enseñaste. Es la forma en la que se vive. Nunca volvimos, nunca nos perdonamos, nunca estuviste. Nunca exististe. Nunca. 

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