la casa a la que ya no entro
atormenta en su soledad
que no es ella en sí misma, ni la forma de los otros,
ni asumir que con el tiempo será no sólo lo que deba
sino también la carencia
me acostumbré
y el tormento de la soledad
es saber que el estado real de las cosas
va a mantenerse intacto
el entorno puede irrumpir, de hecho, lo hará
pero no este sentimiento
de cenicero colmado
con el pecho en un asqueroso estado melancólico
que recuerda
pero más que eso sabe
que seremos él y yo durante mucho.
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