el espesor de las cosas es voraz
te conté al oído media hora de suplicios
con toda la desesperanza del mundo, con
el resignarse por completo a una vida
de encerrarte con los huesos, de
reventarte y hacerte sangrar con
la más dulce de las caricias
yo no tengo paz
y no tengo nombre
no tengo ganas para absorber tanta sed junta
lo que es verdadero:
tu voz, tus ojos tan lejos, la erosión constante, tus labios, el río, tu queja incesante
y no iba a cambiar lo que no cambiamos nosotros:
fue el deseo irreverente de ser libres al costo de rompernos la cabeza.
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