25.12.10
aunque me haya vuelto el sueño
no entendí
y probablemente éste no sea el momento para hacerlo
cuando juro que las cosas son así
porque sí
la verdad es que te extraño
como pocas veces
como todas
la calma es hasta efímera
pero hace tiempo entramos en turbulencia
no es que alguna vez nos hayamos ido
pero voy a tener que dejar el palabrerío inútil
a veces tanto
a veces
los muebles no me hablan
de que ésta es mi casa
de que estás vos en ella
pero hay días en los que sí.
23.12.10
22.12.10
14.12.10
300
tírese de rodillas y nade,
a veces una hora es demasiado tiempo
pero mi cuerpo está para esto:
ser el envase contenedor de lágrimas
la tolerancia, la energía.
a contraluz todos los principios se desvancen
y nos quedan nada más que los fines y las culpas,
lo inevitable.
esa maldita renuncia constante.
devoción: que de repente la distancia entre la cama y la puerta sea eterna.
6.12.10
5.12.10
Cerrás la puerta con doble llave a las tres de la mañana. Te olvidás de todo. Sabés que nadie va a intentar abrirla, al menos en unas doce horas. Contaste todas las colillas de cigarrillos que quedaron en el cenicero. Sabés que eran todas tuyas, pero a las del otro no podés distinguirlas. Pensás en Ned Flanders bailando hasta que se le caiga la ropa. Te preguntás si a vos podría pasarte lo mismo. Estás escuchando el mismo disco que escuchaste toda la semana, y sino, lo tuviste en la cabeza. Respirás la soledad de la casa, que es esa roca cayendo lentamente, que es Sebastián y todos los amantes que tuviste, o los que quisiste tener. Anoche le dijiste al pendejo que el amor era estar solo, y querer estarlo. Mentira, o casi. Te gusta mentir, pero no te gusta mentir. Te hace sentir vivo. Es un ensayo para la memoria. De treinta y cuatro pasos con cosas en las manos, entre ordenando y limpiando, su recuerdo te invadió veintinueve veces. En algunos te coge, en otros te abraza, en otros nada más te dice las cosas que quisiste escuchar siempre. De vez en cuando te acordaste de los videos en Internet sobre el consumo del cigarrillo, y de cómo vas a quedar si seguís. Pero creés, y te gusta creer, que uno más no hará la cosa. Porque ya vamos como ciento cincuenta en lo que va del mes, pero con él sólo te fumaste cuatro. Porque cuando está, tampoco es tan necesario, pero no hay nada en el mundo que te ponga más ansiosa, y es la falta. Preparaste todo para tirarte en la cama, para escribir esto, y ni siquiera lo sabías. Pusiste el tracklist nefasto que preparaste, diciendo que para morirte. Todas las canciones que en la vida estaban para que alguien necesitara amor. Le dijiste a Gustavo que ya nadie arruina las canciones, pero admitiste que ese disco que escuchabas para ir a Ramos Mejía en el 166, que llegaba a su fin con un abrazo, te sigue haciendo acordar al viaje. Te hace acordar al viaje para no acordarte de otras cosas. Es que a veces uno comete esos baches, y se olvida. Deja de hablar de unos para hablar de otros. Los entierra, como Ana. Pero no va al caso. Al caso iba que yo estaba con problemas para escribir, que es como tener problemas para exhalar. El mundo está desconfigurándose, descontracturándose como Harry, desarmándose en millones de pedazos sólo para que te los tragues y nunca los puedas expulsar. Porque no hubo palabras ésta semana para describir lo que es sostenerle la mano fuerte y querer morirse. Porque estás harta de hablar de morirse, y harta de escribirlo. Y de la sangre, y del espasmo, y del orgasmo que no llega. Porque ésta semana él dejó a la novia, o ella lo dejó a él, y vos quisiste acercarte. Necesitaste que te pegue un palazo en la cabeza, como tantas otras veces, sólo para estar vivo. Cuando te cansaste de preguntarte cómo era estar vivo, cuál era la diferencia con estar muerto, el problema con las tazas y con todo lo que vas a consumir en todo éste tiempo. Porque el tiempo, y el miedo que es un campo minado. Yo nunca estuve en un campo minado, y aún así, reventé tantas veces. Uno vuelve al negro, indefectiblemente. Es el único color que no vamos a ver como a los otros colores. Una vida puede estar falta de rojo, hasta de verde. Pero negro habrá siempre, como palabras decorando el abismo. Lo que te haga feliz es lo que voy a elegir, siempre. Pero no puedo estar ahí, a eso ya lo sabemos. Tipo tres de la mañana, siete minutos, empiezan a conectarse los amantes que terminaron de coger. En ésta parte sabés que lo que sea que pase con éste texto será nefasto, que vas a arruinarlo, destruirlo, deshilacharlo. Sinceramente hoy, esos que cogen pueden morirse. Esos que se sienten bien, esos que pueden abrazar a otro. Esos, de los cuales a muchos quiero y en los que siempre estoy pensando. Porque la vida que tienen es la que no puedo tener, y lo elijo. La mayor parte del tiempo, el posludio de la una de la mañana me configura a mí escribiendo pelotudeces y a él dando vueltas en la cama. Porque se pudo pajear, y se pudo dormir. Se pudo acostar, pudo llorar. Yo tengo una falta de masturbación ridícula. Nirvana suena como si ya no fuera a pasar nada, y aún así. Soy la persona con más miedos del mundo. Todo se puede romper. Mis pesadillas me lo dicen. Todo el tiempo pueden pegarme en la cabeza y hacerme morir. Qué mejor que morir en manos de la decisión de otro, si yo siempre me puedo morir cuando quiero. Porque ésta semana, también, nunca pensé tanto en matarme como otras, como en el tiempo. Envejecí, y quizás todo llegó hasta ahí. Hasta el deseo de seguir intentando, que se apaga. Cualquier proyecto de los últimos meses me alejó de aquello, y por qué. No sé. Es como un amante inservible. Yo no puedo hacerle el amor a mi cuerpo, ni respetarlo ni quererlo. Necesito depositar lo que no es manipulable. Todo lo demás es cuestión de cómo voy manoseándolo con los dedos. El sueño, el tiempo, el viaje, las monedas, las horas con y sin. Todo es un sin últimamente. Volver a casa sin, elegirlo. Elegir, para siempre hasta que dure el siempre y todo vuelva a ser la misma mierda de antes. Llamar a algún hijo de puta que me coja bien sólo para pedirle que se vaya cuando se haga tarde, y ya no tenga ganas de que me mire nadie, ni ganas del espejo, ni ganas de más nada excepto el llanto y el cigarrillo de haberme obligado a satisfacer a alguien que no se lo merecía. Porque generalmente no se lo merecen. La eternidad está escrita como aquello que te hace feliz. Y hoy quiero eso más que nada menos vos. Todo, constantemente, se transforma en una ecuación de sumas y restas interminables que calculo precozmente en el camino de vuelta a casa. Generalmente llorando, con un pucho en la boca, otro más que no va a hacer al asunto, pero si realmente fuera a vivir un día menos por eso y ese día podía estar con vos, no nos puedo hacer esto, pero en realidad no puedo hacernos nada. Puedo hacerlo todo, sí, porque causalmente me olvido de que el control es algo que tengo yo. El tracklist para morirse, Portishead. A eso lo escuchábamos cuando Teko venía, sólo para coger. Quizás para tomar cerveza, pero para coger. Era más fácil que tenerte a vos ahí, a vos a mí, haciendo cualquier otra cosa excepto acercándote. Reitero, de cualquier manera, ya nada puede ser mejor que me agarres del brazo con violencia sólo para que me abraces. Para que me lo pidas. Cómo te explico ahora todas éstas cosas que se decantan. Sería más fácil escribirte, pero en realidad nunca puedo hacerlo. No se me cae una puta idea, no puedo con eso. Lo único que quería hacer, antes, era ser mujer. Nada mucho más superficial que eso. Ahora quiero llegar a casa y poder dormir. Pero no, no puedo hacerlo, ni voy a. Nunca vamos a dormir juntos, imaginate. El día que podamos, voy a estar ahí como una idiota, mirándote. Extrañándote, cayendo en lo absurdo de saber que a pesar de todo te tengo al lado, que no te vas, pero que nunca estuviste. Yo sé quién fuiste antes, pero no podemos discutirlo. Sin embargo vos, de mí no sabés nada. No entendés las cicatrices literales que tengo por el cuerpo. No sabés lo que es estar solo, y aún así, vas dejando solos a todos. No sabés lo que es tener que completar la tarea, tener que salir al campo de batalla destrozado y solo, a pelear por algo que no conocés. Pero peleás igual, y con los años te hacés pedazos, le regalás una parte a cada persona que te resulta significativa, pero que con el tiempo probablemente se desvanezca. Vos te escondés detrás del hierro, cual buen hijo de puta que sos. Yo no tengo más que la transparencia, y aún así no dejo de ser condenadamente turbia, minada de secretos, de secretos y de miedo. Será que llorar juntos tiene eso, ese no sé qué de ser de las pocas cosas que hacemos juntos. La soledad, las rocas cayendo lentamente, y siempre me hacen pensar en un río eterno sin lecho, cual fondo de nuestras lágrimas, cual retina, nunca termina de caer, y es esa desesperación, la de no tocar fondo, la de no pisar firme, la de nunca saber dónde carajo vamos a terminar ni cómo. Pero me quedo así, me quedo peor, temblando cada vez que me mirás con esos ojos enormes así y creo que voy a reventar. Porque siempre estoy a punto de reventar, y no te das cuenta. Por suerte no te das cuenta, podemos morirnos en el intento. Así vas a llorar cuando yo no esté. Y por momentos, fijate, que no estoy más. Que me asesinás cuando me respirás tan cerca, y yo tiendo a la creencia de que ya no me queda nada excepto la asfixia que tanto habrán manipulado leyendo el capítulo siete. Porque yo sí lo entendí, estaban hablando de algo que, lamentablemente no puedo relacionar a tenerte cerca. Pero besarte es eso, tocarte, violarte hasta el fondo, hacerte las cosas que pienso veinte siete veces mientras voy de la puerta de entrada a la cocina, al baño y al comedor, para preparar todo para escribir esto, esto que no vas a leer.