Porque no te tengo, lo único que me queda es dibujarte. Yo ya estuve trabajando con éstas hojas antes. Hace tiempo, sí. Te pensaba elocuente, distraído. Te pensaba despeinado, desagradecido. Particularmente imberbe, en todas las situaciones de la vida, excepto conmigo. Lo suficientemente intrépido como para salir a ver el río a cualquier hora, y compresivo para quedarse una tarde entera en la cama. Sin alas que coserte, ya las tendrías. Habrías escuchado todo lo que yo, e inclusive más, entonces vendrías a colocarme música en los oídos. Tenías que ser arquitecto del porvenir, tenías que ver que el universo lo configuraba. Entonces verías a través de mí como yo te hubiera atravesado, comprenderías todo, que soy lo que sucedió conmigo, que soy el accidente de otros, y a la vez, el mío propio. Las películas serían siempre hermosas. Las canciones serían siempre hermosas. Sostenerte la mano porque hace frío sería siempre hermoso. Porque no te tengo, lo único que me queda es dibujarte. Porque no te tengo, tampoco existís, y me arde.
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