13.4.10
el lugar
Esa muchacha sabía muchas cosas. Poco a poco me fue entrando como una fiebre, un torbellino donde se iban mezclando preguntas y respuestas, teorías, todo aquello que no sucedía mientras ella estaba presente; ahora, sentía que algo se me escapaba, que la comprensión de todas las cosas estaba muy cerca y alcanzaba a rozarla apenas, y luego desaparecía. Después, un poco más sereno, pensé que había hecho un entrevero de planos mentales, y que era la muchacha, y no la comprensión lo que se me escapaba; que ella era algo que no podía poseer ni controlar, alguien que sabía muchas respuestas a mis preguntas y que sin embargo, no habría de responder, alguien que, al menos, podría servirme de consuelo, de compañía, pero que también a esto había de negarse. Nuevamente sentí que la rabia me dominaba. La descargué contra las molduras restantes, pero no sentí interés por ver qué ocultaban. Volví a acostarme, tapándome la cabeza con la almohada y me dormí, presumo, antes de que se apagara la luz.
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