A veces no entiendo. Ni siquiera comprendo mis esfuerzos por entender en absoluto. He dicho: la diferencia entre haberla pasado mal y haberla tenido fácil es la idoneidad, las herramientas, casi como haber dividido al mundo en operancia e inoperancia y morir en el intento. Pero la tolerancia. Por momentos creo que peleé tanto que ni dá que me vengan con pendejadas. Reitero, la tolerancia. Las pendejadas provienen de la falta de idoneidad, ergo haberla tenido fácil, ergo la burbuja de plástico falsificada y ultra decorada por un par de padres unidos en feliz matrimonio, destacarse en algún deporte, corresponder a los estándares de belleza de la época, ser un jodido hijo de puta, convertirse en un pelotudo. Entonces no puedo, porque tengo que tolerar. Me va a sonar también la edad que tengo. Perdón, la que me convencí que tengo, la que no quiero vivir, pero parezco bastante cómoda raspando los treinta con problemas de veinteañeros. Si no puedo solucionarlo, han de morirse. Han de morirse adentro mío, sangrar y morirse. Si puedo solucionarlo, y no quiero, acá me veo, con este estado de vejez potenciado, hastiado, embelesado por un hermoso título universitario y una tapa de revista, un sitio en Internet, un pajero que se autocomplace al leerme. Una pelotuda, como ellos, al fin y al cabo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario