Ésta es una fecha que va más allá de una ideología política, tiene que ver con dignidad humana, algo de lo que muchos empapan sus discursos y sin ir más lejos, a un costado suyo están permitiendo y hasta fomentando las peores atrocidades. A veces lo más terrible no involucra necesariamente violencia física; despojar al otro de su condición de persona no logra una victoria, ni un triunfo del más fuerte, ni la imposición de ideas, sino arrastrar al individuo al grado más alto de alienación, de soberbia, de miseria.
La historia de la humanidad se plasma a sí misma como la historia de la lucha, la historia de antagónicos bandos que con cada nueva era cambian sus formas de obrar, de pensar, de manifestarse, pero aún así, la figura dominante-dominado se reitera.
El 24 de marzo para algunos representa memoria, para otros ignorancia. No encontré otra forma que me pareciera más realista que la de mostrar a los desaparecidos como ausentes, como personas con sueños, proyectos y sentimientos, sin importar qué bandera estaban cargando, o a quiénes conocían, o eran hijos o padres de quiénes, o testigos de tal cosa u otra. Eran seres con todas sus virtudes y defectos que estaban, y ahora ya no están. Creo que eso es un desaparecido. Alguien que estuvo presente, y lo forzaron a ya no estar.
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