Buenos Aires la incandescente por la ventana. No me pasa, nunca me pasa, porque nunca me despierto en destino, pero ésta vez sí. Será que necesito ver la verdad, si es que es ésta, y al final, ¿cómo saberlo? Detesté el viaje de vuelta a casa. Quise que sea un viaje en el tiempo. Quise que las cosas duren más que la efimeridad de esos momentos.
Que estés yéndote, y el malestar que me provoca. Ni siquiera, porque hoy me voy yo, y si te frenás a pensar siempre estoy yéndome. Porque la vida es una eterna despedida, y no retengo las cosas demasiado. Tengo un problema a la hora de dividir lo dispensable de lo indispensable. Volverme de piedra, lo desmiento y lo anhelo hoy más que nunca.
La cama está tan fría, y todavía tengo que hacerla dormir. Porque el frío dibujó perfectamente ésta postal, la de estar llegando a eso que quiero y elijo. A veces no, pero es el sabor de haber decidido. De haber perdido, también, y de seguir perdiendo.
A veces desearía que fueras de otro planeta. Y es que lo sos.
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