31.8.12
y si vas a criar cuervos,
en la medida de lo posible
cantales canciones
adoralos con parsimonia
pensalos siempre
seguros y protegidos en tu casa
recordales
el placer que te genera alimentarlos
aunque sea con tu propia carne
y otorgales todos tus saberes, virtudes y esperanzas
mantenelos bajo tu vista mientras comienzan a revolotear sobre el nido
abrigados
hermosos
sutiles
que con el tiempo
no sólo van a dejar de comprenderte
sino que además
cualquier cosa que les des de comer dejará de ser suficiente
tus inseguridades y falencias, sumamente impertinentes
ese día sabrás, por seguro
que alzarán vuelo
tus aves rapaces carroñeras.
30.8.12
cuando pase un año tiraré una piedra al río
esas no vuelven
quienquiera sea se preguntará por qué vuelvo yo
te digo que a esta hora
ni esto es un poema
ni amor
ni para nadie
te cansaste de delimitar una sombra siniestra
has crecido, tallo
pero probablemente más tu raíz
tiraré una piedra al río
porque el final del verano quedaba en Concordia
deberíamos ir, dijiste
debería llevarte, pensé
pero hace tiempo que no me llevo ni siquiera a mí
las sombras siniestras no mueren
y las piedras del río no vuelven
probablemente no amaré en tiempo
se me secó la garganta
estos días no son casuales
a veces pienso que no puedo existir sin tus pulmones
pero he existido y prevalecido
no sé qué queda de la mujer de pelo largo
esa de la que dijiste haberte enamorado
ni del agujero en el escritorio
no sé a quién vas a mostrarle este no-poema
en qué vas a pensar
pero yo sí pienso, en Chaparro y en el opio
en el pasto y en el piso
y pienso mucho en la noche en la que me regalaste una piedra
para que rompiese lo que quisiera
los dos sabemos que quería
queríamos todo lo que seguía
de verdad ya no te quiero
quiero al hombre que se erguía al lado de Alex
se reía de él, y de mí
que se me clavaba en el cuerpo como una daga
y ese hombre está muerto, como todos mis amores
vos estás ahí porque yo estoy acá
nunca te olvides de eso
y yo estoy acá porque alguna vez naciste
porque un día miraste al río
y me pensaste más bien Ofelia y no Julieta
pero soy Julieta y tu don es veneno
así que esto, que no vamos a leerle a nadie, es mi tregua
mi soga, Jolene
cuando pase un año voy a estar en el río
como cuando en el mar, dibujaré mi nombre sobre el tuyo
recordaré eternamente que hemos muerto
que la forma que tenemos ahora es imposible de ser amada
que pase lo que pase
si de verdad, podemos tener 21 años de nuevo
si podemos gritarle a los autos
romper cosas
entrar a mi casa y refregarnos contra las paredes
leer con la escasa luz que entra por la ventana durante las tardes
en voz alta
si puedo yo olvidarme de todo
entonces cierro la puerta
(para mi amor, el río)
y caigo rendida ante tus piernas
hasta el último de los amaneceres.
29.8.12
28.8.12
cuando lo haga, cuando vuelva
y yo lo detenga con mi propia voz
voy a compartir dos sentimientos simultáneos
yo creo que te hicieron bien
seguro que hay fisuras
pero no son ellos
sino quienes no te permiten ser libre
pero al fin
si ya está todo donde está, adentro mío
lo que sea que tengas
como sea que necesites
cuando llegues
vas a olvidarte de que te fuiste
se me clava en el pulmón, herido
infectado
sobretodo el verano
el espacio es más conflictivo que el tiempo
nunca pudieron verme siquiera sudar
salvo las últimas horas
y si te huelo insensato
es porque puedo vernos
la punción
de los días, las noches
la ciudad que no se recupera
pero las despedidas, ni justas ni eternas
ven a mí
con tu ejército de miserias, el veneno
que la mancha no es tan grande
y la botella queda corta
sabés bien
que lo último que usaré será la lengua
mi lengua suicida.
se le clava en el tejido, putrefacto
cual cosas que se me rompen en el verano
porque asumí ayer, y sin saberlo
que el espacio es mucho más conflictivo que el tiempo
si hay algo que negué
fue el placer de demostrar
apenas una gota de sudor ante el martirio
y si te huelo, insensato
me veo al borde de agotar el silencio
punción letal
de mis días, de mis noches
del subterráneo
de esta ciudad jodida, que no se recupera de lo que hicimos
pero ni las despedidas son las más justas
ni eternas
vengan a mí
vos y tu ejército
todas tus miserias
el veneno
que la mancha nunca es lo suficientemente grande
que la botella siempre me queda bastante corta
y que lo último que voy a usar
será la lengua
mi lengua suicida.
15.8.12
12.8.12
Bowie. De
aquellos que dicen que les salvó la vida. Los Beatles, desde los quince, and so
on. Con el pelo más largo, con un matete en la cabeza, entre las manos, por
delante, por detrás, todos los costados, pateándolo con las zapatillas de lona,
esa misma. Que cargaba el bajo al ensayo y pensaba que en ese preciso instante
ocurrían, en todas partes, infinidad de situaciones. Justo con el recorrido del
cierre alrededor de la funda, en ese preciso instante había quienes nacían,
quienes hacían el amor, quienes mentían, quienes robaban, quienes querían,
quienes eran destrozados, quienes morían. Todo eso en los segundos que lleva
sacarlo de la funda.
En esa
ciudad en la que vivía, voraz. A Corrientes yo no le miro el cielo, Corrientes
te pega con el sol sobre las mejillas, y casi todo el tiempo, inclusive cuando
hace frío, sentís un sudor extraño que te recubre el cuerpo, respirás pesado,
te agarrás la cabeza, la sentís húmeda, absolutamente todo a tu alrededor está
húmedo. Y si bien hay canciones de cigarras, y si bien hay calles
interminables, y si bien todo está coloreado muy particularmente, casi todo es
tierra, casi todo está sucio. Corrientes, hay días, que se siente como un pozo
del que los dioses en los que algunos creen se han olvidado. Corrientes como vorágine
de la destrucción total de todos los ideales humanos, construida sobre un
espacio relativamente pequeño, expectante al río. Desbordada hacia los
costados, llena de personas que caminan, parece que a la deriva, en una ciudad
que apenas si tiene semáforos en algunas esquinas. En la cual la senda peatonal
está gastada, y prácticamente nadie la respeta o comprende para qué sirve. Qué
injusto, pienso, a Corrientes intacta, Corrientes perfecta para recorrerla de
punta a punta, rociarla en combustible, prenderla fuego, cuando bien es
Concordia, setenta y cinco por ciento cielo la que está encendida. Pero está
bien, Concordia se lo merece. Concordia es un Fénix, tal como los hijos que
engendra. A Concordia hay que volver para morir. Concordia es una eterna sala
de emergencias, insalubre. Una guardia concurrida. Una infección
intrahospitalaria. En Concordia sanar es imposible. Curarse es imposible. Y sin
embargo, completamente contradictorio, creo que todo lo que pasa en Concordia,
hasta el sonido de los grillos o del tren en las noches de verano, inclusive
los murciélagos o los mosquitos, los perros de toda la ciudad comunicándose,
ladrando al unísono, todo aquello es poderosamente perfecto y sólo le cabe a
Concordia. Concordia con sus lluvias de días, con su río comiéndose la tierra,
entrometiéndose en la ciudad, creciendo metros y metros, evacuando familias
enteras, que año tras año saben que tendrán que llevar todas sus cosas a un
galpón municipal, sobretodo en agosto. Concordia incomprensible, con sus viejos
edificios, con sus perfectas casas del 1800 una al lado de la otra hasta llegar
al río. Hasta abrir, Concordia, las piernas, y permitir que el tren de carga,
todas las noches pase sin que se mueva ninguna barrera. Concordia con su
estación, y sus bibliotecas, y sus palos borrachos y viejos crónicos y viejos
borrachos, Concordia magnífica, estupefaciente, cubierta con colchones de hojas
de otoño que al mirar para arriba caen cual nieve de ese cielo enorme, el más
celeste que conozco, de las mañanas más hermosas que conozco, de las tardes más
placenteras. Y aún así, siento a Concordia como una enfermedad terminal. Como
un problema existencial. Como el lugar para morir. Como la vida de pasarse
sentado con una silleta en la vereda, y un espiral, viendo pasar los autos, los
carros con caballos, el viejo camión que limpia el asfalto, las vías del
antiguo tranvía, los túneles subterráneos, las campanas de todas las iglesias
en las que hay misa, las figuras conmovedoras de la catedral, las butacas
corroidas del auditorium, San Martín apuntando con su dedo al cielo, el
monumento a la madre, y la plaza más horrible del mundo. Y no le digo horrible
porque lo sea, sino porque de vez en cuando iba, me sentaba al borde de la
fuente, que ya sin agua, me contaba mi infancia entera, y Concordia debe ser el
último lugar al que se debe ir cuando se esperan visitas.
Concordia,
cuya cualidad sine qua nom debería ser la de poseerme por completo, Concordia
considera haberme expulsado de la faz de su alcance, de su río, su lago y sus
arroyos, de su puente y represa, de sus cuchillas, de su llanura interminable,
Concordia ha dicho, “vuelve para morirte, o ya no vuelvas”. A veces a la tierra
hay que oírla. Obedecer sus imperativos. Cuando ya no te quede lugar en el
mundo, entonces retorna a donde has nacido.
Buenos
Aires es un híbrido, un híbrido cuya forma no comprendo. Mi forma en Buenos
Aires es algo que no comprendo. Diré, nací en Concordia, aprendí a andar en
bicicleta bajo su halo de ternura, bajo la latencia y la inocencia que pocos
años duran en ella. Viví en la interminable Corrientes, con angustia, temor y
todos los sentimientos enumerables posibles. Todos los que se pueden menos los
que siento ahora, los que me anulan unos cuantos sentidos y pensamientos.
Después de años, Corrientes termina siendo el refugio de aquella ciudad que ya
no quiere verme. Tuve que viajar hasta Uruguay, correr hasta la orilla del
Atlántico para comprender que no soy de ningún otro lugar excepto de aquel que
me bañó con su río. Concordia es tan grande que a veces parecería comerse a
Uruguay y llegar hasta su Atlántico, hasta La Paloma, que el sol, por una
gracia que no comprendo, se pone en el este, espectáculo que no esperaba ver
hasta estirar mis piernas hacia el Pacífico.
Maravillas
naturales si habré de vivir, que he vivido en los lugares más hermosos y
absurdos que conozco. Lugares que me poseen, que me transforman, que colocan en
mis dedos y lengua palabras que por momentos no comprendo.
Buenos
Aires deseo inexorable cumplido, lluvia ácida eterna en la que me regodeo,
llegué. Desde el ocaso más ofuscado, a tanta cantidad de amaneceres, a dios y a
la más podrida de las alcantarillas, al frío que cala los huesos, a la hormonal
y púber primavera, Buenos Aires, llegué. Buenos Aires, tenés Concordia, tenés
Corrientes, tenés mi amor, a mi gato, y a toda tu Julieta. Tenés mi libertad,
tendrás a mis hijos, y tendrás a mis venas. Buenos Aires, el día en el que
sienta que la hora se acerca, Buenos Aires te dejo, y me compro una bonita
parcela en mi Concordia añorada, y pido que sea allí donde me trague la tierra,
la tierra que pude oír.
7.8.12
me pide que jamás escriba acerca de esto
al menos no de esta manera
que la cicatriz me queda bien
que soy hermosa para esto
pienso que intentó decir
que no para el resto de las cosas
y después del verano
del chapeau, del mon amour
de esperar tanto
por volver a enjuagarme el cerebro
en los bañados de su inconsciencia
me abre una llaga incandescente
en medio del estómago
me destroza el ego
me recuerda por qué tenía que volver a buenos aires
me hace llorar dos o tres días
y pido yo
al karma que me encuentre
que me tatúe en la retina
lo que ya jamás debo hacer
pero que quizás seguiré haciendo
después de todo
semejante puente eléctrico
ocurre una vez al año.
6.8.12
4.8.12
y te juro que quería dormir
pero viste lo que son estas horas
y mezclar tantas porquerías juntas, si tan solo
ok, no tengo la menor idea
probablemente de nada
pero sobretodo de dónde estás y es algo que
seguramente disfrutes con franqueza, porque
claro
esta noche inalcanzable soy yo
diluida en el fondo de un vaso de vodka.
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