22.4.10

las madres

Nunca tocaste nada, como atajándote. Anoche te ví dormir a contraluz y supe que acabaríamos igual, que resultaríamos de la misma unión de un delirante y un condenado. Te serví café sin siquiera saberlo hacer. Te escuché, te escuché. Sos el principio, pero a veces creo que mi existencia entera ya estaba resuelta.

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