9.4.07

Te contemplo y te rompo. Te hablo y te sulfato. Te escribo y te irrito. En tu ideal de libros y letras no soy más que un trozo de madera escondido, un nefasto duplicado de vos mismo. Vos me creaste, yo te asesino. Vos me cuidaste, yo te expongo. Te ahogo y te castigo. Me pregunto por qué te volví tan necesario, si de la nada viniste y a la nada te vas. Polvo te vuelves, no queda en pie ni siquiera la ambigüedad de tu alma.

Qué suerte que solo lo escribí enojada. Que suerte tenerte conmigo, Fede.

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